Reflexión 27 de Marzo

Buenos días en este domingo IV de Cuaresma, domingo Laetare.
Hoy la Iglesia celebra un día de alegría ante la proximidad ya de la Pascua. La Cuaresma ha avanzado ya un tiempo suficiente para tomar buena conciencia de que somos pecadores, necesitados de conversión.
En la segunda lectura de la Misa, San Pablo les dice a los Corintios: “Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”.
Esta exigencia de reconciliarse con Dios es apremiante por todo lo que se está viendo, desde todos los ángulos que se quieran mirar.
El santo evangelio nos presenta la parábola del Hijo pródigo, tan significativa para la vida de los cristianos en general y para cualquiera de ellos en particular.
Tres personas: el padre. El hijo menor y el hijo mayor. En esta parábola hay un sinfín de matices y un gran número de enseñanzas que aquí no podemos desgranar, pero una de las imágenes que más nos puede ayudar a las personas necesitadas del encuentro con Dios, de la reconciliación con Él que habla San Pablo, es aquella en la que el hijo menor arruinado y derrotado por su mal vivir, cuidando cerdos y muerto de hambre se dice: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros".
‘Me levantaré’, esta decisión es rotunda y decidida. ‘Iré a mi padre y le diré…’, reconocimiento de su pecado, de su culpa, con el firme deseo de reconciliarse con su padre y si es preciso ocupar el último lugar de la casa con los jornaleros. ¡Qué importante es el reconocimiento de los pecados, el arrepentimiento y el confesarlos!
Esta parábola está en el evangelio de San Lucas 15,11-32.
Aprovechemos este Domingo Laetare para centrarnos aún más, si cabe, en este camino hacia el encuentro con Cristo Resucitado, sabiendo que hay que pasar por acompañar a Jesús en su Pasión y Muerte.
No olvides rezar a nuestro Padre Dios, lleno de Amor y Misericordia por nosotros, para que venga en auxilio y solución de todos los problemas y necesidades de los Hermanos, que aquí volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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