Es necesaria la renuncia personal y consciente de aquellas cosas que suponen un esfuerzo en nuestras vidas. Abstenerse de realizar aquellos actos supérfluos o no que sólo nos alejan de lo que realmente debe ser lo que queremos, acercarnos más a Dios y llegar a la perfección. Privarnos voluntariamente haciendo un sacrificio y ofreciendo para nuestro bien y el de los demás.
El problema de la penitencia es que para realizarla, primero, y es condición indispensable, hay que reconocer que no se es perfecto, que existe la equivocación, y que la ayuda es necesaria para mejorar y corregir las imperfecciones. Esto en los tiempos que corren es muy difícil, ya que la soberbia vive presente y acomodada en este mundo.
Si se vive la Cuaresma de forma auténtica e intensa, es fácil que se llegue a vivir la Misericordia de Dios en la vida de los cristianos. Viviendo el esfuerzo y la renuncia de uno mismo de aquellas cosas que nos apartan de Dios, haremos que su inmensa Misericordia para con nosotros, se hagan presente con las obras de misericordia en aquellos hermanos que especialmente están más cerca de nosotros.