San Pio V, Papa

 Se llamaba Antonio en honor del santo del día en que nació, el 17 de enero de 1504. Hijo de Pablo Ghislieri y Dominica Angeleri, humildes campesinos de Bosco Marengo (Italia). Muy pronto fue dedicado por sus padres a pastorear las pocas ovejas que tenían. Un día, cuando estaba en el campo, se cruzaron con él dos dominicos, entablaron conversación y los frailes quedaron admirados de la inteligencia y agudeza del joven pastor. Le invitaron a su convento y allí fue él quien se quedó admirado de la vida de los dominicos. Pidió su entrada en la Orden y a los quince años profesó los votos con el nombre de fray Miguel de Alejandría.
   Comenzó sus estudios en Vigevano y los terminó en la Universidad de Bolonia. Empezó a dedicarse a la enseñanza, pero muy pronto fue elegido prior. Comenzó a hacerse famoso por su claridad en la predicación y su vida ejemplar. Fue nombrado Inquisidor y se convirtió en el hombre de más confianza del Papa. En 1555 el Santo Padre le nombró obispo de Sutri y Nepi y posteriormente le nombraron cardenal.
   Muerto el Papa Pío IV, se reunieron los cardenales para nombrar un sucesor. Era una elección difícil, se necesitaba un hombre santo e inteligente porque la Iglesia precisaba una reforma intensa que había propuesto el Concilio de Trento y aún no se había puesto en marcha. Bajo los consejos de San Carlos Borromeo fue elegido por todos los cardenales el dominico y tomó el nombre de Pío V.
   Inmediatamente puso en marcha la reforma de la Iglesia:más simplicidad en las ceremonias papales, mejor formación para los sacerdotes con la fundación de seminarios, instrucción para el pueblo fiel por medio de un nuevo catecismo, reforma de las celebraciones para lo cual mandó editar el Misal, evangelización del Nuevo Mundo con el envío de misioneros.
   Las gentes comentaban admiradas "Este sí que era el Papa que la gente necesitaba"
   Tenía tres devociones preferidas: La Eucaristía, celebraba la Misa con gran fervor y pasaba largos ratos de rodillas ante el Santísimo. El Rosario, que recomendaba a todos los que podía. Y la Santísima Virgen, por la cual sentía una gran devoción y mucha confianza y de quien obtuvo maravillosos favores.
   Pío V con la energía y el valor que le caracterizaban, impulsó y buscó insistentemente la ayuda de los jefes más importantes de Europa. Por su cuenta organizó una armada con barcos de guerra y consiguió que Felipe II, Rey de España colaborara con sus naves de combate. Así organizó una gran flota para ir a detener a los turcos que venían a tratar de destruir la religión de Cristo. Y con su bendición los envió a combatir en defensa de la religión.
   Puso como condición para obtener de Dios la victoria, que todos los combatientes debieran ir confesados y habiendo comulgado. Mientras ellos iban a combatir en el mar, el Papa y las gentes piadosas de Roma recorrían las calles descalzos, rezando el rosario para pedir la victoria.
   El ejército del Papa estaba dirigido por D. Juan de Austria. Los católicos eran muy inferiores en número a los mahometanos. Los dos ejércitos se encontraron en el golfo de Lepanto, cerca de Grecia.
   El Papa Pío V oraba por largos ratos con los brazos en cruz, pidiendo a Dios la victoria de los cristianos. Los jefes de la armada católica hicieron que sus soldados rezasen el rosario antes de empezar la batalla. Era el 7 de octubre de 1571 a mediodía. Todos combatían con admirable valor, pero el viento soplaba en dirección contraria a las naves católicas que debían emplear muchas fuerzas remando. De repente, misteriosamente, el viento cambió de dirección y los católicos soltando los remos se lanzaron todos al ataque. Atacaron la embarcación capitana de los mahometanos, le dieron muerte a su capitán y el resto retrocedió espantados.
   En aquel tiempo las noticias tardaban mucho en llegar y Lepanto quedaba muy lejos de Roma, pero Pío V que estaba tratando asuntos con unos cardenales, de pronto, se asomó a la ventana y les dijo emocionado: "Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima porque hemos conseguido la victoria" Varios días después llegó la noticia del enorme triunfo. El Papa en acción de gracias mandó que cada año se celebre el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
   En sus últimos años soportó con admirable serenidad los sufrimientos que le producía una enfermedad, que le llevó a la muerte el 1 de mayo de 1572.
   Fue canonizado el 22 de mayo de 1712 por el Papa Clemente XI.




La Divina Misericordia

  El mensaje de Misericordia de Jesucristo al mundo actual aumenta la alegría de saberse amado por Dios.
  Al descubrir que es amado por el Creador, nace y crece en la persona la virtud de la esperanza.
  Virtud significa fuerza. La esperanza es una fuerza que nos va dando Dios nuestro Señor, al meditar su Pasión, porque descubrimos poco a poco más intensamente el amor que Él tiene hacia cada uno de nosotros.
  Una cosa es saber que Dios nos ama-todos los cristianos sabemos que nos ama- y otra es sentirse amado, o mejor dicho, sabernos amados por Él.
  Por la meditación de la Pasión, descubrimos el amor de Dios Padre que entrega a su Hijo. Es un gran medio para valorar el hecho de ser hijos suyos. 

  Descubrimos el amor de Dios Hijo, al verle sufrir. Descubrimos el Amor entre Dios Padre y Dios Hijo, que se vuelca en nosotros, es decir, el Espíritu Santo.
  Jesucristo crucificado, sin palabras, nos dice: "Lo único que os recomiendo es que al verme colgado en la cruz penséis cuánto os he querido. ¡ Amadme!"



  Por eso, la meditación de la Pasión es nuestra esperanza y nuestra fortaleza.
  En el Mensaje de Misericordia confiado a Santa Faustina Kowalska, el mismo Cristo nos habla de lo conveniente que es meditar en su Pasión a las tres de la tarde. Así se recoge en el Diario de esta santa.
   1320.- A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial, para los pecadores y aunque solo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los misterios de Mi Pasión...
  1572.- Te recuerdo, hija Mía, que cuantas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma. En esa hora puedes obtener todo lo que pidas para ti y para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia. Hija Mía, en esa hora procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante. Exijo el culto a Mi misericordia de cada criatura, pero primero de ti, ya que a ti te he dado a conocer este misterio de modo más profundo.
  Procuremos en estos días comenzar el hábito de reflexionar sobre la Pasión de Jesucristo a las tres de la tarde para seguir su consejo.