Reflexión 17 de Marzo

Buenos días.
La Santa Iglesia nos ofrece hoy en la lectura del Evangelio la parábola del rico y del pobre Lázaro.
Es una parábola con mucho matices para tenerlos en cuenta, que bien merecen hacer un rato de oración con ella, razón por la que la transcribo.
“Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros. Él dijo: Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento. Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. Pero él le dijo: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”. (Lc 16,19-30).
Como he apuntado, toda la parábola es muy rica para considerar diferentes aspectos de la misma, pero vamos a fijarnos en la última demanda del rico, después de haber pedido que Lázaro fuera a dar testimonio a sus hermanos, así como la contestación de Abrahán.
Abrahán le dice: ‘Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. Pero él le dijo: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto’.
‘Ni aunque resucite un muerto’; el hombre contemporáneo parece que no quiere reaccionar a cambiar de vida con todos los mensajes que hemos recibido de Cristo en el evangelio y los que recibimos a través de los acontecimientos y de los signos de los tiempos, por lo que no lo haría caso tampoco si resucitase un muerto o una gran cantidad de ellos.
¡Cómo se puede ser tan duro de mente y de corazón!
Los que nos damos cuenta hagamos camino de conversión y ayudemos, con paciencia e insistencia, cuanto podamos a los otros.
Reza con humildad al Señor Jesucristo presente en la Eucaristía, por todas las necesidades de los Hermanos que aquí volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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