Reflexión 21 de Enero

Buenos días.
Hace unos días planteábamos la tercera petición del Padrenuestro para meditar lo que en ella pedimos: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”; hoy os propongo la quinta petición: PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN”.
Es una petición que en ella nos comprometemos, no sólo a ejercitarnos en el PERDÓN a los que nos pudieran hacer algún mal, sino también a no dejar que el pecado rompa los lazos de UNIDAD con demás.
La oración del Padrenuestro, sencilla en su comprensión y preciosa en su contenido, nos brinda mantener la UNIDAD DE AMOR con el Padre Dios, pues ante Él nos mostramos indefensos y pobres, pero, a la vez, con la gran Gracia de poder llamar al Dios Creador, ‘Padre nuestro, Padre mío’.
Si fuéramos capaces de mantener muy presente en la propia historia personal, los contenidos de esta maravillosa oración que nos enseñó el Señor Jesucristo, que fue quien nos “dio poder de ser hijos de Dios”, (Jn 1,12), la vida nos sería mucho más fácil llevarla adelante según el compromiso bautismal.
Pues bien, esta quinta petición no necesita de mucha explicación, su formulación es clara y concreta, pero sí convendría recordar que el propio Señor Jesús ya advierte que “Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano” (Mt 18,35).
Y esto nos tiene que hacer reflexionar, porque en esa manipulación que tantas veces somos capaces de hacer con las cosas, buscamos muchos subterfugios para justificar lo que quizá ante Dios no tenga pase.
No se trata de entrar en una dinámica de temor, de miedo, ni mucho menos de angustia, pero sí es necesario llamar a las cosas por su nombre; encararlas tal cuales son, y a partir de ahí buscar la Gracia de Dios para poder superarlas, resolverlas, según las enseñanzas de Jesucristo.
A la persona humana le cuesta mucho perdonar, siendo, en cambio, lo que le hace ser grande a los ojos de Dios y de los hombres, pues, en definitiva, perdonando pone en ejercicio esa imagen y semejanza que tiene de Dios en su realidad y existencia propia como persona, ya que el PERDÓN es uno de mayores atributos de Dios, pues Él no tiene ninguna necesidad de dar su PERDÓN al hombre cuando éste lo blasfema, lo ofende de las mil formas que tiene en el ejercicio de su libertad.
Esto nos lleva a VALORAR más y más el PERDÓN que Dios está dispuesto SIEMPRE dar a la persona, cuando se pone delante de Él para pedírselo.
A partir de aquí, ¿cómo puede ser posible que las personas nos resistamos tanto a perdonar al otro? ¿Cómo es posible que justifiquemos no dar este perdón con posturas esquivas y escurridizas como tantas veces se dice: ‘yo le he perdonado, pero no puedo olvidarlo’.
Si rezo el Padrenuestro, que se hace tan necesario en la vida espiritual, soy yo el que en primera persona me COMPROMETO con Dios a PERDONAR, condición que le pongo al Padre Eterno para que Él me otorgue su perdón que en verdad lo necesito.
Lo dejo aquí, aunque daría para mucho más, pero el Espíritu Santo iluminará tu corazón y tu mente para que seas capaz de COMPRENDER bien lo que estamos tratando.
Acabo, como cada día, pidiéndote que reces a María, nuestra Madre y nuestra Guía, por todas las necesidades de los Hermanos, que cada día nos encontramos aquí. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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