Reflexión 30 de Noviembre

Buenos días.
Para dejar completado el tema que veíamos ayer de la Paciencia, en orden a buscar en concreto caminos para la propia conversión y a la que invita con determinación el Adviento, vamos a considerar la Impaciencia.
La Impaciencia consiste en dejarse dominar por las contrariedades de la vida hasta el punto de caer en la murmuración, en lamentaciones, quejas frecuentes, arrebatos de ira, etc.
La Impaciencia aumenta el número y el peso de los padecimientos; solo causa destrozos y es ineficaz.
La Obra de Misericordia “Sufrir con paciencia las flaquezas de nuestros prójimos”, no excluye que tengamos que se pacientes también con aquellos acontecimientos que no tienen su causa ni en los otros y en nosotros mismos: enfermedades, catástrofes..., contrariedades que se presentan a lo largo del día, situaciones, en fin, que pueden llegar a quitarnos la paz y que, finalmente, nos hacen reaccionar malhumorados con los que no tienen culpa alguna
La visión sobrenatural y providente de las cosas nos dará serenidad y paz, porque la FE nos lleva a incluso a gloriarnos en las tribulaciones. Atendamos a lo que nos dice San Pablo: “Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5,3-5).
Ojalá que decidamos vestir la Paciencia como traje definitivo, para poder presentarnos dignamente ante el Señor cuando llegue en Poder y Gloria.
Y ahora ya te pido que reces con Fe y Esperanza, en favor de todas las necesidades de los Hermanos que aquí nos encontramos cada día en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es