Reflexión 29 de Noviembre

Buenos días.
Ya el Evangelio nos advierte que “no sabéis el día ni la hora en el que vendrá vuestro Señor”, y aunque ha pasado el tiempo, los años, toda la vida para cada uno, lo cierto es que se debe estar dispuesto a la Parusía, la llegada del Señor en poder y gloria para juzgar a los vivos y a los muertos.
Podríamos hacer el pequeño esfuerzo práctico de ver cómo poner un poco de orden en la propia vida, para estar en verdad en vela esperando al Señor que llega.
Hoy os propongo que busquemos en el ‘armario del propio corazón’ vuestra vestidura: la Paciencia, virtud que se contrapone como bien sabéis a la Ira.
La Paciencia es la virtud que da a la persona la capacidad para padecer o soportar algo sin alterarse, saber esperar cuando las situaciones son adversas y se necesita tiempo para remontar.
San Pablo en el Himno a la Caridad, 1 Cor 13,4, dirá que la Caridad es paciente, y en el libro de los Proverbios leemos: “Más vale el hombre paciente que el héroe, el dueño de sí que el conquistador de ciudades” (Prov 16,32).
El cristiano necesita ejercitar esta virtud, en primer lugar, consigo mismo, pues con facilidad aparece el desaliento ante los propios defectos, que se repiten una y otra vez sin lograr superarlos.
Habrá que saber esperar y luchar con paciente perseverancia, convencido de que en muchas ocasiones, la superación de un defecto o la adquisición de una virtud es cuestión de continuidad y constancia. San Francisco de Sales escribe en su Epistolario: “Hay que tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar con uno mismo”.
En segundo lugar, tendremos que tener paciencia con quienes tratamos más a menudo, así como con todos en general, pues las flaquezas de los demás pueden hacernos perder la paciencia, sobre todo cuando se repiten con frecuencia.
Cada día tenemos la oportunidad de practicar la Paciencia, siguiendo el consejo de San Pablo en Col. 3,12-15: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección”.

Vamos, pues, a intentar, de una forma práctica y real, prepararnos para la Venida del Señor, desempolvando del ‘armario del corazón’ esta prenda de vestir cual es la Paciencia, y debidamente arreglada y aseada, vestirla ya para siempre, pues con ella podremos poner otras en condiciones de poder vestirlas también, de forma que cuando llegue el Señor, que llegará, nos encuentre como Él desea: en vela y con las lámparas encendidas.
Te pido que durante este Adviento hagas el esfuerzo de rezar con Fe y Esperanza por los Hermanos, sus necesidades e intenciones, que aquí nos encontramos cada día en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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