Reflexión 23 de Noviembre

Buenos días.
Me gustaría hacerte una pregunta sencilla: ¿Has pensado, meditado o reflexionado alguna vez sobre el valor real de las cosas?
Cuando ya se tiene cierta edad que ha permitido conocer la vida anterior al desarrollo y los avances de las últimas décadas, quizás es más fácil hacer estas consideraciones que hoy quiero plantear. Para las generaciones más jóvenes, puede ser algo más difícil hacer este ejercicio de encontrar el valor real de las cosas.
Al hombre de hoy le es muy difícil sustraerse de la realidad que sencillamente vive, esto es, protegido por todos los medios que tiene a su alcance y que le facilita un confort más allá de lo que imagina.
Por ello le será complicado distanciarse de las cosas para poder comprender mejor lo que tiene y lo que ello supone, por ejemplo, podemos plantear los medios informáticos y digitales en todo el abanico existente, a través de los cuales se ha llegado a un grado de control más que aceptable de las cosas ordinarias.
Si verdaderamente la persona fuera capaz de distanciarse, ver qué pasaría si de repente fuera perdiendo todo lo que ha ganado, ¿sería capaz de vivir con la disponibilidad y el decoro propio de los hijos de Dios?
El valor de las cosas no está en el que le quiere dar la persona, sino en lo que representa para que ésta pueda hacer su camino de Fe, pero nunca en una dependencia de ellas, que puede incluso hasta esclavizarla.
Bueno es reconocer el valor, por ejemplo de la electricidad, pero saber que no siempre se vivió en la abundancia de ella, y aunque sea un bien de primera necesidad, siempre habrá que estar en la disposición de aceptar cualquier situación que pueda incluso ser restringida de alguna forma.
Pero para poder estar a la altura de sufrir carencias que en el presente no se tienen, se hace necesario ser dueño de la propia vida y no un ser dependiente de las cosas, como queda dicho más arriba, de tal manera que a la mínima dificultad todo se venga abajo .
Se hace necesario ser conscientes de los límites humanos que se tienen en sí mismo, pero también reconocer todos los beneficios recibidos por los avances de la ciencia, tecnología, etc., para poder abrir el corazón a la gratitud a Dios, al tiempo de que conscientes de que no se es dueño ni de la vida ni de la historia, dar gloria a Dios cada día por lo que se tiene e implorar su gracia, para que se siga teniendo y que su mano todopoderosa impida cualquier desgracia colectiva, que nos sumerja en la pobreza y la carencia de las cosas de primera necesidad.
Si sabemos dar el valor real a las cosas, sabremos estar en la sensibilidad necesaria para abrirnos a la gracia y a la misericordia de Dios.
Caminamos hacia el encuentro con Dios y el corazón debe irse acostumbrando a vivir a lo divino y no a lo humano, esto es a lo materialista y a lo más inmediato, sin pensar en el valor real de las cosas.
A este Dios nuestro Padre, reza hoy por todas las intenciones y necesidades de todos los hermanos, que volvemos a encontrarnos aquí en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es