Reflexión 19 de Noviembre

Buenos días.
A través de la oración mantenemos la presencia de Dios en nuestras vidas; es uno de los medios necesarios para tener una relación fluida con el Señor, que sabemos es muy conveniente para mantenerse, no solo en su presencia, sino conociendo además su santa voluntad.
Esta oración, que siempre debe ser lo más dinámica posible, tiene muchas expresiones, una de ellas es la llamada ‘oración continua’, que consiste en mantener la unión con Dios de una forma permanente.
Ello se puede lograr a través de una pequeña oración que se repite de forma tranquila, serena, de forma que la persona acompase la oración con su respiración, de modo que pueda, incluso mantener otras actividades que no exijan una atención especial.
Esta, digamos, breve oración puede ser de las que denominamos ‘jaculatorias’, que bien están ya formuladas, bien se pueden crear por uno mismo o bien se puede tomar de cualquier salmo o texto de la Sagrada Escritura.
Hecha esta introducción, os quiero proponer  del Salmo 50 el versículo que dice: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro”, cuya importancia espiritual es más que extraordinaria si tenemos en cuenta lo que supone un corazón limpio, un corazón puro.
Todos sabemos, como enseña el Señor Jesucristo, que en el corazón alberga cada persona los mejores y los peores sentimientos, que luego condicionarán los pensamientos, los gestos, las palabras, las acciones y, también, las omisiones, de forma que los pecados o virtudes, en su caso, florecerán con naturalidad.
Por otra parte conocemos los momentos en los que Jesús muestra la importancia de tener este ‘corazón puro’, como por ejemplo en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8); “…lo que sale de la boca brota del corazón” (Mt15,18) y, aunque hay muchas más citas, incluyamos ésta: “Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro” (Mc 7, 21-23).
Dios quiera que esta llamada a tener y mantener ante el Señor Dios el corazón limpio, puro, nos lleve a convencernos de que tener un ‘corazón limpio’ es básico para ir construyendo una vida en el Amor de Dios, que desembocará en la plenitud de la Vida con Dios, que es el Cielo por toda la eternidad.
En este día penitencial, ruega la Señor Jesús Crucificado por todas las necesidades de los Hermanos que aquí nos encontramos en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es