Reflexión 30 de Octubre

Buenos días.
Último sábado del Mes del Rosario, que bien merece una nueva reflexión.
A las personas de esta generación les cuesta entender las cosas sencillas, y cuanto más sencillas son más difíciles para su comprensión.
El Santo Rosario es una oración sencilla, pues tan solo se mueve en las tres oraciones más importantes y comunes de la Fe Católica: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
La repetición, particularmente del avemaría, en cada misterio la hace tediosa a veces, pero no lo es, porque sus contenidos bajo la mirada de cada misterio le da vigor, frescura, y un atractivo que ha de descubrirse en toda la relación que se establece con la Vida y Muerte del Señor Jesucristo, con Dios Padre en cada padrenuestro, con la Gloria Trinitaria y, de una manera insistente, con ese gran compendio de la relación con la Virgen Santísima que ofrece el avemaría.
¿Has pensado alguna vez en las claves del avemaría?
Comienza con el saludo del Arcángel Gabriel en la Anunciación, continua con el saludo de su prima Isabel cuando María llega a visitarla y comprobar lo que le ha dicho el Ángel; en la segunda parte del avemaría encontramos la propia profesión que hacemos de que la Santísima Virgen María es la Madre de Dios (Santa María, Madre de Dios), para concluir con la súplica confiada de que interceda por nosotros, ahora y en la hora del momento supremo de la muerte.
Cuando se comprende bien lo que es el Santo Rosario, no es difícil entender su importancia y la gran necesidad que se tiene de él, particularmente en los momentos presentes tan cargados de incertidumbres.
No acabes el Mes del Rosario sin rezarlo al menos una vez. Será muy del agrado de la Virgen Santísima y con gran beneficio para ti.
Y a Ella rézala al menos, eso, un avemaría suplicándole que venga en ayuda de todas las necesidades de los Hermanos, que nos volvemos a encontrar aquí en torno a Ella. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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