Reflexión 14 de Octubre

Buenos días.
Nos quedan aún dos aspectos por considerar con relación al Primer Mandamiento de la Ley de Dios: el sacrilegio y la superstición.
Veamos hoy el primero, aunque no lo podremos abarcar en este solo día.
Sacrilegio es la profanación de una persona, cosa o lugar sagrado.
Es fácil definir que la persona sagrada se refiere al sacerdote, religioso y religiosa, esto es, a cualquier persona consagrada a Dios.
La profanación de una persona sagrada, y por tanto el sacrilegio, se comete al injuriarlos gravemente, causándoles cualquier herida corporal o perpetrando cualquier acto que atente contra la castidad de ellos.
Resulta interesante ver la definición que da el Diccionario de la RAE al término profanar: deslucir, desdorar, deshonrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas .respetables.
En cuanto a las ‘cosas sagradas’, digamos que son: Los Sacramentos y todas las cosas consagradas directamente al culto divino, como los cálices, patenas, albas, casullas, imágenes, cruces, etc., incluso otros objetos menos dignos de respeto, como son las lámparas, candeleros, etc.
En cuanto a la profanación de los Sacramentos, el sacrilegio, se confirma concretamente en quien los administra en pecado mortal y en quien los recibe igualmente en pecado mortal.
La profanación de los objetos sagrados se materializa, robándolos y haciendo uso de los mismos en actos meramente profanos.
En cuanto a la profanación de los lugares sagrados, digamos primero cuales son éstos: el interior de los templos, las capillas y oratorios públicamente consagrados al culto divino, así como los cementerios con dedicación o bendición.
La profanación de los lugares sagrados, y el pecado de sacrilegio consiguiente, ocurre cometiendo homicidios o atentados contra las personas en su interior, por graves impurezas o hechos gravemente injuriosos, realizados en ellos con escándalo de los fieles, contrarios a la santidad del lugar.
Será interesante profundizar y matizar un poco más en lo expuesto anteriormente, que lo haremos en la próxima ocasión, teniendo con lo dicho para entrar en esa reflexión personal que cada día nos proponemos al hilo de lo tratado.
Ya, por tanto, te pido que reces, al menos, un padrenuestro a Dios nuestro Padre, por todas las necesidades de los Hermanos que aquí nos volvemos a encontrar en María, nuestra Madre y nuestra Guía.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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