Reflexión 10 de Octubre

Buenos días en el Día del Señor.
Estamos hoy en la Semana XXVIII del Tiempo Ordinario, con lo que ya vamos entrando en la recta final del Año Litúrgico, porque son cinco semanas las que faltan para Celebrar después la Solemnidad de Cristo Rey, con la damos fin al presente Año Litúrgico.
Siempre es importante darse cuenta bien de la situación en la que uno se encuentra, para poder ubicar la posición en la que se está y actuar con mayor acierto y precisión según se corresponda.
Bien, la Palabra de Dios que hoy se proclama en la Santa Misa es muy importante en cualquiera de los textos que nos presenta, pero sería interesante que nos fijáramos aquí en la primera lectura, teniendo muy en cuenta esta frase de la segunda lectura: “La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón” (Heb 4,12-13).
La ya indicada primera lectura es del libro de la Sabiduría 7, 7 11, que nos ofrece una perícopa muy bella.
“Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos y a su lado en nada tuve la riqueza.
No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella es un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro.
La quise más que a la salud y la belleza y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables”.
Todas sus frases son interesantes para considerarlas y asumirlas en la medida en que fuéramos capaces.
Comienza diciendo: “Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría”. Sólo hay que pararse a reflexionar lo que es la prudencia, una de las virtudes cardinales, y lo necesaria que es en el desenvolvimiento de la vida personal y en las relaciones con las demás personas a todos los niveles. Si a esto le añadimos el ‘espíritu de sabiduría’, el crecimiento espiritual de la persona sería muy notable.
Concluye la perícopa, entendiendo que se refiere ya a la sabiduría, diciendo: “La quise más que a la salud y la belleza y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables”.
Nos invita a hacer cuanto tengamos al alcance por adquirir esta Sabiduría, con la que no solo se alcanza en favor de Dios, sino que se tiene cuanto se necesita para saberse gobernar uno mismo durante esta jornada terrenal, tan llena de mentiras, medias verdades y embelecos.
Reflexionemos y dejemos que la Palabra de Dios empape el espíritu para que, llenos de ilusión, sigamos el camino de conversión, buscando siempre seguir las huellas del que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6).
Reza ya, por favor, al Señor Resucitado para que venga en la atención y auxilio de las necesidades de todos los Hermanos, que aquí nos volvemos a encontrar en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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