Reflexión 13 de Octubre

Buenos días.
Es lástima que el hombre contemporáneo se sienta tan seguro de sí mismo, que le resulte difícil elevar sus ojos a lo alto para mirar a Dios, que es lo mismo que para adorarle.
Por otra parte, encontramos a este mismo hombre de nuestros días lleno de miedos cuando le presionan hacia situaciones límites, aunque sea en cuestiones baladís.
Todo esto no tiene nada más que una razón: no conocer a Dios.
No digo no creer en Dios, no digo haberse apartado de Él, digo ‘no conocer a Dios’; responsabilidad no precisamente de Dios, porque Él se reveló a su Pueblo por siglos hasta que envío a su unigénito Jesucristo para rescatarlo definitivamente del pecado y de la muerte.
Conocer a Dios supone tener el verdadero y vivo deseo de saber quién es, acercarse a Él con sencillez y con la actitud pobre de quien se sabe que está ante el Supremo hacedor y Señor de la vida y de la muerte.
Entender bien unas célebres palabras de Narciso Yepes cuando dijo que: “Cada hombre es un proyecto divino, distinto y único”, porque sólo Dios puede crear al hombre en estas dimensiones ‘divino, distinto y único’.
Divino, porque participa de la naturaleza divina de su mismo Creador y Señor, llamado a vivir eternamente en su presencia celestial por la sola y única decisión propia, pues por el contrario puede decidir vivir toda la eternidad en la amargura del odio a Dios, que es la seducción del demonio, con la que persigue al hombre día y noche aunque no lo parezca.
Distinto, porque cada persona tiene un alma, creada por Dios ‘única’ para ella, que la hace ser distinta y única de los demás; y visto desde la naturaleza humana, cada persona al ser gestada igualmente, es única en su carácter y en todas su realidad personal, pues aunque haya similitudes y parecidos por cuestiones genéticas, siempre se encontrarán las facetas únicas en cada persona.
Es verdaderamente fascinante pensar y contemplar la obra de Dios, en general y en el ser humano, en particular.
Mirando hacia tu alma, la esencia de tu ser, eleva tu oración a nuestro Dios y Señor, por todas las necesidades de los Hermanos, que hoy, miércoles, nos encontramos aquí en el Patriarca San José. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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