Reflexión 19 de Octubre

Buenos días en la Fiesta de San Pablo de la Cruz, que vivió en el siglo XVIII y fue el fundador de la Congregación de la Pasión (Pasionistas).
Nació en Ovada (Italia) el 3 de enero de 1694. Su madre le enseñó a encontrar en la Pasión de Cristo las fuerzas para superar las pruebas.
Le recordaba del crucifijo cada vez que experimentaba algún sufrimiento.
Enamorado de Jesús Crucificado desde su infancia, quiso entregarle toda su vida.
A los 15 años, un inspirado sermón cambió su vida. Su tema era la frase de Jesús: "Si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán".
Para Pablo fue el momento que él llama "conversión". Hizo una confesión general y desde aquel día empezó una vida de penitencia muy rigurosa: Dormía en el suelo, ayunaba, dedicaba varias horas de la noche a rezar y a leer libros santos.
Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser mejores. Durante una grave enfermedad, la visión del infierno le horrorizó
La Virgen María se le apareció y le dió a conocer el hábito, el emblema y el estilo de vida de una comunidad religiosa, que giraría siempre en torno a Jesucristo Crucificado.
Dios colmó a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas les anunció cosas que les iban a suceder; curó a innumerables enfermos; estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para darle algún aviso de importancia y desaparecía inmediatamente.
Rechazaba toda muestra de veneración que quisieran darle pero las gentes se apretujaban junto a él y hasta le quitaban pedacitos de su sotana para llevarlos como reliquias y recuerdos.
En todas las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Siempre llevaba en la mano una cruz y con los brazos extendidos, hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor Jesús de forma que conmovía aun a los más duros e indiferentes. 
En los sermones era duro para no dejar que los pecadores vivieran en paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era comprensivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a cambiar de vida, y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo buenos cristianos, y portándose bien.
En sus muchos textos que nos legó, encontramos esta frase que hoy tiene tantísima actualidad: “¡Ay de mí! Qué triste es ver la pérdida de tantas almas que no sienten el fruto de la Pasión de Jesús”.
Pidamos con mucha confianza la intercesión de San Pablo de la Cruz, para que nuestra sociedad encuentre en Cristo Crucificado el camino de conversión que necesita, para poder superar tanto pecado como le ha apartado de Dios, hasta el desprecio cunado menos o hasta el odio cuando más.
Y que también San Pablo de la Cruz interceda por las necesidades de cada uno de los Hermanos que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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