Reflexión 7 de Julio

Buenos días.
Volvemos al encuentro con San José en este día miércoles dedicado a él.
En sus Letanías hay una invocación que le denomina como ‘Patrono de los moribundos’, algo que ha estado muy presente en la piedad de los católicos desde tiempos antiquísimos.
Vivimos en una historia esta contemporánea en la que se van perdiendo, se han perdido una gran cantidad de sensibilidades, entre otras la de mirar el final de la vida terrenal, que aunque se sepa que está ahí en el horizonte se prefiere ni mirar al frente ni dejar que entre en la inquietud lógica del corazón.
Todo esto hace que se viva en la sinrazón de no reconocer nada, ni prever nada, asentados en la soberbia humana que se manifiesta en leyes cada vez más inhumanas y paganas, que van arrastrando a las gentes a una nueva esclavitud, que cuando quieran reconocerla no habrá solución, como se ha visto en tantos otros pueblos de la tierra.
La soberbia actual llega a manifestarse también ante la muerte, pues se ve cómo se la desprecia en todo cuanto pasó en la primera ola de la pandemia, que al final ni se supo ni se sabe el número de personas fallecidas, en aquellas condiciones de soledad y desesperanza, en muchos casos .
Pero seguimos con la ley de la eutanasia, paradigma de todas las otras leyes, que de una u otra forma son exponentes de la muerte, la más flagrante, la del aborto, pero las hay que destruyen a la persona cuando se las utiliza para decir que se las dan libertad para que hagan lo que quieran.
Abandonar a los moribundos a su suerte, sin que haya la mínima preocupación de acompañarles en los momentos solemnes de esta vida, como es el tránsito a la otra, es triste cuando menos y cruel cuando más.
Ahí está San José encantado que se le encomiende a las personas, con su nombre y apellidos, para que las pueda asistir en ese trance del estado de la agonía…, pero hay que hacerlo.
Ya hemos dicho en otras ocasiones que vivimos momentos muy difíciles, más bien habría que decir críticos, lo que exige no perder ni un minuto en poner en marcha la propia conversión y llamar a los otros a la oración y a la penitencia, porque sin estos presupuestos iniciales no podrá haber conversión, y si esta humanidad no se vuelve a Dios no se podrán tener tiempos de salud (espiritual, física y económica), ni de paz.
Hoy te pido que reces a San José para que nos ayude a todos a bien morir, y que ahora venga en ayuda de todas las necesidades de los Hermanos, que volvemos a encontramos aquí en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es