Reflexión 17 de Julio

Buenos días.
Siempre está ante sí mismo algún proyecto de superación o lograr algún objetivo deseado que tenga un interés especial para alcanzarlo.
Pero no siempre se consigue, lo cual puede ser causa de frustración o incluso de un desánimo que se acepta ya como algo crónico, insalvable.
Es cierto que las cosas no son nunca fáciles de lograrlas, y luego de mantenerlas, pero de ahí a renunciar a todo intento de volver una y las veces que sean necesarias a pretenderlas, va un abismo, porque la persona debe saber que cuando las cosas son razonables, entran dentro de los parámetros del Amor y de la Ley de Dios, debe luchar por lograrlas, porque tiene la garantía de que siempre tendrá la ayuda que necesite.
Decía Samuel Johnson que: “La confianza en sí mismo es el requisito para las grandes conquistas”, lo que hoy se denomina más comúnmente como  ‘autoestima’, pero que como quiera que se diga, lo cierto es que la persona ha de cuidar mucho su propia personalidad y su propia realidad.
La referencia que podemos encontrar en el evangelio a lo que estamos diciendo es aquel diálogo que Jesús mantiene con un maestro de la ley que le interroga: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? Él respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,25-27).
Amar al Señor tu Dios… Y a tu prójimo como a ti mismo. Aquí está la respuesta: el Amor a sí mismo, que la Escritura nos lo plantea como referencia a lo que luego uno ha de hacer con las cosas y, por supuesto, con los demás.
Esta asignatura de aprender a ‘amarse a sí mismo’, ciertamente se hace un tanto complicada, pero en ella está el secreto de poder mirar al frente más inmediato y al horizonte más lejano, con firme convencimiento de que todo es posible en el Amor de Dios que hizo al hombre capaz de cualquier cosa buena, cuando se mantiene en la virtud, que sostendrá la verdad y la ilusión en las que se debe mover.
La cuestión a resolver ahora es: ¿Qué grado de amor a mí mismo tengo, o por el contrario, ni tan siquiera tengo la posibilidad de experimentarlo, porque me sofocan defectos o pecados que lo hacen imposible?
En tanto reflexionas, no dejes de atender mi demanda diaria para que reces, al menos las tres avemarías a la Santísima Virgen, por todas las necesidades de los Hermanos que aquí no encontramos en torno a Ella. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es