Reflexión 8 de Julio

Buenos días.
El Señor Jesucristo en el comienzo de su Vida Pública predicó lo que se denominan ‘las Bienaventuranzas’, con las que marcó el camino de Amor y entrega que debían seguir, para alcanzar el Reino de Dios, aquellos que aceptaran su mensaje.
Una de ellas dice: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
La paz en un don que las personas deben buscar y procurar, para que en las relaciones interpersonales haya una armonía tal que no se produzca ningún tipo de enfrentamientos ni conflictos.
Aunque quizás haya que empezar a trabajar por la paz personal, pues si la persona vive una situación de armonía interior, alejada de toda inquietud o conflicto, le será más fácil cumplir la bienaventuranza de trabajar por la paz, porque sabrá sortear todos los momentos o situaciones que se presentan en los que se puede ver involucrada.
Sabemos que no es fácil trabajar por la paz en un mundo tan hostil como el que vivimos, en el que los egoísmos, las ambiciones y otras pasiones del corazón son caldo de cultivo para que no sea posible la paz, antes al contrario, el conflicto, la contienda y la discrepancia se convierten en elementos de confrontación y de lucha.
La Santísima Virgen, Reina de la Paz, ha pedido en diferentes ocasiones que la ayudemos para que se alcance la paz en un mundo cada vez más desnortado y desbocado, precisamente por el pecado en todas sus dimensiones posibles, que el hombre de hoy tampoco quiere reconocer en toda su realidad.
Reflexiona serenamente desde tu propia vida cómo es posible vivir la paz y trabajar por ella, cuando sus enemigos puedan estar tan presentes en uno mismo, como puede ser la impaciencia y no digamos la soberbia. San Ambrosio dirá: “Empieza por tener paz en ti mismo, y así podrás dar paz a los demás”.
Todos necesitamos, incluido tú, la oración de los Hermanos para que el Señor Misericordioso venga en auxilio de todas nuestras carencias; no faltes a esta necesidad de cada uno de los que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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