Reflexión 18 de Julio

Buenos días.
Por mucho que se insista nunca será suficiente, de la necesidad que tenemos los cristianos de conocer, de escuchar, la Palabra de Dios, pues difícilmente se puede vivir según sus enseñanzas y postulados si no está viva y operante en la memoria y voluntad personal.
A la Palabra de Dios se debe acudir con frecuencia para acogerla con humildad y devoción.
Al leerla es conveniente pararse a escuchar lo que dice, meditar y aceptarla con el mejor espíritu posible.
Ante la Palabra de Dios no cabe fanatismo ni postura tajante alguna, pues nuestro buen Dios es ternura, amor, que se manifiesta en la suavidad de la brisa, aunque no por ello sea firme, Señor de una única palabra que no se puede dejar escapar.
En el Primer Libro de los Reyes 19,9-18, Elías está a punto de renunciar a su misión cuando Dios se le muestra en una teofanía que parece abolir las formas anteriores de manifestación divina a través del huracán, del terremoto o del fuego; la presencia misteriosa del Señor toma forma a través de una suave brisa en el silencio del desierto.
He aquí parte de la cita apuntada: “Le dijo: Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor. Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva…” Allí sí estaba el Señor.
En verdad lo que es necesario es llenarse de amor por la Palabra de Dios, sentirla como lo que es: Camino, Verdad y Vida en el Señor Jesucristo (Jn 14,6).
Y como cada día llamo tu atención por las necesidades personales: materiales, morales y espirituales de todos los Hermanos que aquí volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía, para que no dejes de rezar a Dios nuestro Padre en favor de su mejor solución. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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