Reflexión 11 de Julio

Buenos días.
Hoy celebramos la Fiesta de San Benito Abad, Padre del Monacato occidental, que vivió entre los años 480-547.
En el capítulo IV de su Regla, escribe “Los instrumentos de las buenas obras”, en cuyo núm. 62 dice: “No querer ser llamado santo antes de serlo, sino serlo primero para que lo digan con verdad”, lo que es una llamada muy fuerte a los monjes, que podemos aplicar a cualquiera.
En nuestro tiempo y quizás también en nuestro pensamiento, eso de ser santo como que no va con uno mismo: el primer error conceptual.
Y a partir de aquí, el tema de la santidad, si es que se llega a contemplar, siempre tendrá que ver o con tiempos pasados o con personas muy especiales, que quizás ni se conocen entre los contemporáneos.
En cambio la santidad está en el mismo origen de la predicación evangélica, pues como ya hemos citado alguna vez, en el Sermón del Monte (Mt 5,48), Jesús dirá con absoluta autoridad y firmeza: “Por tanto, (vosotros) sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Aquí tienes, no la invitación de Jesús a ser santo, sino el mandato de que seas santo.
Y cuando ya la persona se convence de este camino que debe seguir, aparecerá entonces la tentación de la que advierte San Benito a los monjes, de ‘no querer ser llamado santo antes de serlo, sino serlo primero para que lo digan con verdad’.
Pero esta tentación no debe existir cuando la persona no tiene el hábito del egocentrismo u otros de su misma especie; si la persona vive en el marco de las Virtudes Teologales y verdaderamente todos sus actos, pensamientos, deseos y comportamientos, los guía y dirige la Fe, la Esperanza y, sobre todo, la Caridad, todo será mucho más fácil y sin ningún esfuerzo todo rodará por las vías de la perfección, por las vías de la santidad.
Cuánto cuidado hay que tener con las pasiones del corazón, aunque también con las de la carne, pero es que las primeras parecen que ciegan más a la persona porque se mueven en el campo íntimo y, casi siempre, de una forma muy sutil.
Por todo lo indicado, parece que queda claro que lo que uno debe comprometer es trabajar por la vida en santidad, al tiempo que debe dejar que sean los otros los que, en todo caso, lo reconozcan y lo digan si ello va la Gloria de Dios.
Y mientras sigues trabajando por tu vida en santidad, no dejes de rezar con Fe y Esperanza por todas las necesidades de los Hermanos que volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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