Reflexión 28 de Julio

Buenos días.
El escritor del siglo XIX Rodríguez Rubí escribió: “Si cada cual cumpliera con sus deberes, este mundo no sería un valle de lágrimas; sería el verdadero paraíso terrenal”.
Todos quisieran vivir en el paraíso terrenal, pero no todos quieren ser fieles cumplidores de sus deberes; ya no hablamos de hacer las cosas bien y conforme las necesitan la buena convivencia de las personas, sino sencillamente cumplir la misión que cada uno tiene, esto es, los deberes de su estado de vida.
Cumplir con el deber es verdad que tiene unas exigencias que a veces resultan un tanto costosas, y alguna vez hasta pesadas y engorrosas, pero es lo que cada cual ha asumido al haber ido desarrollando la propia vida, en la que ha ido aceptando responsabilidades y compromisos a los que hacer frente.
Conviene atender a los enemigos que tiene el cumplimiento del deber, para de esa forma tener claro en qué dirección se debe trabajar.
Se pueden señalar varios enemigos: la comodidad, pues cumplir con el deber puntualmente exige no pocas veces sacrificios y disponibilidad; el egoísmo, que puede confundirse con la comodidad pero es diferente, pues va más allá al exigir tener en cada momento que hacer frente a cosas por encima de todo los demás, y ya sabemos que el egoísmo tiene múltiples caras, que si se descuidan imponen exigencias que no se deben aceptar y menos, asumir; también hay que considerar como enemigo del cumplimiento del deber la envidia, o al menos en muchos casos los celos, pues con frecuencia se ambiciona lo del otro, sea del orden laboral, de tener cosas que el otro tiene, o en cualquier aspecto, marcándose a veces la rivalidad y cuántas cosas más, pero lo cierto es que todo esto aparta de ceñirse a lo que es el propio deber, que casi podemos decir que es lo que conviene y cuenta realmente.
Miremos a ver cómo intentamos entre todos, cómo colaborar en transformar ‘este valle de lágrimas’ en el ‘paraíso terrenal’.
Y sobre todo, contribuir a una mejor convivencia en nuestra sociedad.
Ahora reza, por favor, al Señor en su presencia eucarística, por todas las necesidades de los Hermanos que aquí volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. Amén.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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