Reflexión 9 de Junio

Buenos días en la Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Esta fiesta litúrgica que celebramos el jueves siguiente a la Solemnidad de Pentecostés tiene un origen muy español. Se concibió inicialmente como patronal de la Congregación de Oblatas de Cristo Sacerdote, cuyos fundadores fueron Mons. José María García Lahiguera, desde 1950 Obispo Auxiliar de Madrid-Alcalá, y María del Carmen Hidalgo de Caviedes, quienes en audiencia con el Papa Pío XII el 25 de abril de 1950 solicitaron su institución en las casas de la congregación. La Santa Sede, por rescripto de 25 de junio de 1952 la concedió.
En noviembre de 1954 Mons. García Lahiguera pidió a la Junta General de la Congregación de San Pedro Apóstol de presbíteros seculares de Madrid, que se adhiriera a la petición que quería elevar a la Santa Sede con vistas a la institución de la festividad litúrgica de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Acogida con entusiasmo la proposición, fue enviada con el visto bueno del Patriarca de las Indias y Obispo de Madrid, Mons. Leopoldo Eijo Garay. El propio Mons. García Lahiguera lo propuso en 1965, durante el Concilio Vaticano II, cuando se trataba el esquema De Sacerdotis, propuesta que fue rubricada por 194 padres conciliares, entre ellos 5 cardenales.
la Sagrada Congregación para el Culto Divino aprobó su inserción en el Calendario Litúrgico Nacional de España con sus textos propios. Se celebró por primera vez en España entera el 6 de junio de 1974.
Este día la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, se proyecta lógicamente en sus Ministros Ordenados, los Sacerdotes, que siguiendo su designación actualizan en la Santa Misa el sacrificio de la eterna alianza, para que se renueve la abundancia de la gracia divina con la que nacerá el cielo nuevo y la tierra nueva, y se realizará hasta los confines del mundo lo que “ni el ojo vio, ni el oído oyó ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Cor 2, 9).
Por todo esto estamos en el día que todas nuestras miradas, así como las oraciones y oblaciones que podamos ofrecer al Señor, sean en favor de la santidad de los Sacerdotes y el aumento de las vocaciones.
Hemos de saber que los Ministros del Señor, Sacerdotes y Diáconos, llevan en su Ministerio lo más grande que necesitan los fieles: administrar los Sacramentos y predicar la Palabra de Dios, pero no se debe ni se puede olvidar que son frágiles como lo somos cualquier del resto del Pueblo de Dios.
Por todo ello, llenos del gozo que nos da contemplar al Señor Jesús, como Sumo y Eterno Sacerdote que es, ofrezcamos hoy en favor de sus Ministros lo mejor que tengamos.
Y recemos también como cada día por todas las intenciones y necesidades de los Hermanos, que aquí volvemos a estar en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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