Reflexión 20 de Junio

Buenos días.
La persona proyecta su vida principalmente en dos dimensiones: la interna y la externa.
En la interna está todo lo que constituye la intimidad propia, que se puede resumir en el corazón; vale recordar en este sentido las palabras del Señor Jesucristo: “…pero lo que sale de la boca brota del corazón; y esto es lo que hace impuro al hombre, porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias. Estas cosas son las que hacen impuro al hombre” (Mt 15,18-20).
Y en la dimensión externa de la vida de la persona encontramos todo lo que es en sí misma la convivencia, que le exige el ejercicio de una virtud que no se suele tener muy en cuenta, me refiero a la capacidad de adaptarse, pues no siempre gusta, apetece, viene bien, etc., estar en una situación, circunstancia o con personas del propio agrado.
Para llevar una buena convivencia es necesario saber y ejercitar esta virtud de adaptarse a lo que exija el momento, la circunstancia, aunque es verdad que siempre habrá un límite que no se pueda traspasar en orden a las exigencias de la moral y de las buenas costumbres.
El egoísmo no dejará fácilmente que la persona se avenga a adaptarse a lo que exijan las situaciones, tampoco lo hará el engreimiento, el sentirse superior o cualquier otra actitud que niega los valores de la humildad.
Parece que bien merece la pena revisar el grado de virtud que se tiene y que se practica de saber adaptarse a personas, a circunstancias y cosas, para esforzarse más y más en la búsqueda de no ser nunca un serio obstáculo para la armonía que debe darse en toda convivencia humana.
El desenvolvimiento de la vida sigue necesitando la oración de todos, para que las necesidades de los Hermanos, según cada situación, se vean resueltas por la Misericordia de Dios; así te ruego se lo pidas a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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