Reflexión 4 de Diciembre

Buenos días.
Primer sábado de mes y primer sábado del Adviento, que nos pone en perfecta sintonía con la Santísima Virgen María, en su dolor y sufrimiento por tantos hijos suyos recibidos al pie de la Cruz, que se han ido desviando hasta vivir de espaldas al Amor de Dios, qué Ella quiere, con el amor de Madre, que vuelvan; posiblemente podemos hacer algo por ayudar a que retornen, de la mano de María, a la Casa del Padre.
El Adviento es tiempo de esperanza que se ha de activar en cada uno de nosotros de una forma efectiva, pues sabemos que esta virtud teologal es extraordinariamente importante y necesaria en el camino hacia el encuentro con el Padre Dios.
La Esperanza del Adviento, nos impulsa a estar en las condiciones necesarias para que el Señor Jesucristo nos encuentre vigilantes cuando llegue en Poder y Gloria. No debemos olvidar que la Parusía es un acontecimiento que está previsto en los designios divinos y que llegará.
Cuando se sabe que algo va acontecer y se pueden preparar todas las cosas que sean necesarias, todo resulta muy bien; pues ahora estamos en esta circunstancia en relación con la Parusía.
Son tiempos que se deben vivir con la mayor autenticidad posible, sin ningún tipo de titubeo que al fin impide encarar las cosas tales cuales son.
Aunque las personas somos especialistas en presentar las cosas con vistas muy agradables, no por ello se debe disimular la verdad que hay en cada una de ellas. Esto es aplicable a la respuesta que como católicos hemos de dar a los desafíos de la vida, particularmente la vida personal que será la que tendrá que hacer el ‘tránsito’ con todas las obras buenas que haya sido capaz de realizar.
“Oí una voz del cielo, que decía: Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor! Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan. (Ap 14,13).
Reza hoy a María, nuestra Madre y nuestra Guía, en súplica de todas las intenciones y necesidades de los Hermanos que aquí no encontramos en torno a Ella. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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