Reflexión 27 de Diciembre

Buenos días.
Celebra hoy la Iglesia al discípulo amado del Señor, el que al pie de la Cruz recibió a la Virgen como Madre, para él y para todo el género humano y en él fuimos dados todos como hijos a María Santísima.
Me estoy refiriendo a San Juan, que además de Apóstol, recibió el encargo de escribir el libro que culmina la Sagrada Escritura, el Apocalipsis, además del cuarto evangelio y tres cartas.
Es muy significativo el prólogo de su evangelio en el que dice: “El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios” (Jn 1, 9-13).
Esta perícopa que nos introduce en la encarnación del Verbo que nos acaba de nacer, de las entrañas purísimas de la Santísima Virgen, muestra la realidad de lo que sucedió en el tiempo hace más de 2000 años, pero que desgraciadamente se está repitiendo en estos días: “vino a su casa, y los suyos no le recibieron”, triste realidad que sigue sufriendo el Señor Jesús al ser rechazado por los hombres y, lo que es más triste, por muchos cristianos.
A Jesús se le ha de recibir en el corazón, pues de él han de nacer los buenos sentimientos y las buenas obras, teniendo la certeza de que “a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios”, el don más valioso que puede tener el hombre: “ser hijo de Dios”.
En este día de la Fiesta de San Juan Apóstol y Evangelista, recibimos la invitación de leer, de repasar, su evangelio, las tres cartas y, de una forma muy concreta, el libro del Apocalipsis, en el que se encuentran páginas muy iluminadoras para los tiempos que estamos viviendo.
Al discípulo amado del Señor encomienda todas las necesidades de los Hermanos, que hoy nos encontramos aquí en torno a la Sagrada Familia: Jesús, María y José. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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