Reflexión 20 de Septiembre

Buenos días.
Debido a las diferentes fechas significativas del presente mes, hemos descuidado la consideración que estamos haciendo de los pecados que se cometen contra el Primer Mandamiento de la Ley de Dios: Amar a Dios sobre todas las cosas.
Hoy vamos a comenzar a ver los pecados que se pueden cometer contra la religión por defecto, al faltar al honor y al respeto debido a Dios.
Comprende cuatro formas distintas de pecados: la Tentación a Dios, el Sacrilegio, la Impiedad y la Simonía.
Veamos el primero de ellos: ‘la tentación a Dios’.
Este pecado se comete cuando se pone a prueba, sin motivo justo, cualquier atributo del Señor, como es su Poder, su Sabiduría, su Justicia o su Misericordia.
Estaría tentando a Dios el que esperase sin razón un milagro, como poder vivir sin comer, curarse sin ir al médico y sin aplicar el tratamiento recetado, etc.
Igualmente tentaría a Dios quien esperara salvarse sin abandonar el pecado, sin hacer ningún movimiento de conversión de vida.
En la relación con Dios debe primar la sencillez y la humildad, pues se trata del respeto que representa un padre y al que hay que tratar con gran confianza pero conociendo bien los límites de las cosas, por ello no se puede esperar conseguir las gracias o favores que se le pidan de modo indebido, de ahí que el apóstol Santiago advierta: “Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones” (Sant 4,3).
En este punto de ‘pedir bien’ a Dios, ha de tenerse en cuenta básicamente la realidad de lo que se trate, conocer bien las situaciones y circunstancias, para, de este modo, pedir con precisión, pues cuando hay realidades tan terribles como las leyes absolutamente contrarias a la Ley de Dios: eutanasia, aborto y un largo etcétera que violan lo más básico que Dios implantó en la Creación, ¿cómo se quiere que haya complacencia por parte de Dios? La complacencia será de Satanás y del infierno. Así ¿qué se puede esperar?
De aquí mi insistencia, por un lado, trabajar con sinceridad, honradez, humildad, honestidad, pobreza…, por la propia conversión de vida, por otro lado, rezar con insistencia por la conversión de la sociedad para que rechace el pecado en todas sus variantes, y, también, ofrecer cuanto se pueda en expiación, reparación y purificación de tantos y tantos excesos en el orden del pecado, que es fácil ver y con los que se vienen atropellando tantas cosas buenas y hasta elementales de la convivencia humana.
Comprendo que este pecado de la ‘tentación a Dios’ es muy serio, porque como veis tiene un alcance grande, pero confío que tomarás el tiempo necesario para que con la asistencia del Espíritu Santo, al que has de invocar su asistencia, podrás centrar bien las idean y tomar clara conciencia de la realidad en la que todos estamos inmersos, cada uno con la responsabilidad que le corresponda en orden de su vida y de sus hechos.
No obstante, no dejes de rezar por las necesidades del resto de los Hermanos, que contigo nos reunimos aquí en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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