Reflexión 6 de Junio

Buenos días en la SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI de este año de gracia 2021.
Es un día este tan lleno de la Gloria de Dios, que impulsa a los católicos a la Adoración y a la Celebración jubilosa del inmenso regalo que nos dejó el Señor Jesús, cual es, nada más y nada menos, que quedarse verdadera, real y sustancialmente en la Sagrada Eucaristía.
Una realidad en la vida de las personas es lo que se denomina la costumbre, el hábito, que puede llevar, desgraciadamente, a una rutina que hace perder la conciencia del verdadero sentido de las cosas.
Es por esto que el poder Celebrar a través de la Sagrada Liturgia, los Misterios de nuestra Fe, en este caso, la viva y real presencia del Señor Jesucristo en el Pan consagrado, es un gran don que no debemos desaprovechar.
Nos da la oportunidad de distanciarnos de ese posible hábito o rutina que haya propiciado cierto descuido en mantener todas las facultades necesarias, para reconocer en todo momento lo que es y supone para la vida ordinaria acudir con frecuencia al encuentro con el Señor Jesús en su presencia eucarística; bien para recibirle en la celebración de la Santa Misa, bien para adorarle en la Custodia o en el Sagrario, bien para rendirle cualquier otro culto de adoración.
Bueno será dedicar algún tiempo, por breve que sea, para escrutar nuestra sensibilidad hacia el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que se nos da por el ofrecimiento total y definitivo que hizo en la Cruz, porque cada vez que nos acercamos a la Sagrada Eucaristía nos encontramos con el Señor Jesucristo que nos salvó y nos redimió, que quiere seguir haciéndolo a los hombres de hoy a través de su Iglesia y de cada uno de los que la formamos.
Se dice en la exposición del Santísimo Sacramento: ¡Viva Jesús Sacramentado!, ¡Viva! Y de todos sea amado; y ésta otra: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento!, ¡Sea por siempre bendito y alabado!
Os dejo con estas dos bellas exclamaciones de alabanza para que las podáis rezar en este día, recordando al Señor todas las necesidades de los Hermanos, que en su Madre Amantísima aquí nos encontramos como cada día. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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