Reflexión 3 de Junio

Buenos días.
El misterio del mal o de iniquidad se puede entender también como una especie de ‘telas de araña’ que se va tejiendo en la vida de las personas, en la vida colectiva de las personas, incluso en todo el ambiente que envuelve el acontecer de la sociedad.
La iniquidad también es la incredulidad y la negativa a creer en Cristo, es el rechazo del único camino para llegar a la vida con Dios.
En definitiva es la negativa de entrar en comunión con el Hijo, el Padre y el Santo Espíritu.
Por aquí se llega a la apostasía, grave pecado contra la fe que vimos días pasados, pues se hace visible el rechazo a la comunión eclesial y la desvinculación a la pertenencia eclesial, que lleva a apartarse del amor a la Iglesia y a los hermanos, demostrando con ello que se ama más al mundo que al Padre; más a las propias pasiones que a Dios como Padre.
Tanto el Papa San Juan Pablo II como el Papa Benedicto XVI insistieron en señalar al relativismo moral como uno de los grandes males del mundo actual.
En definitiva, la iniquidad no es sino el rechazo hacia Aquel que lleva la Ley a su cumplimiento. Quien ignora, desconoce o prescinde de Dios, comete la iniquidad total, última y extrema. Es la negación a Jesús, quien no vino a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento.
A partir de que el padre de la mentira consigue que las personas entren en la esfera y el dinamismo del relativismo, ya lo tiene todo logrado para que cada uno viva y se comporte como mejor le venga o le interese, sin que haya límites que observar en el compromiso más básico de la convivencia humana, pues el fin siempre justificará los medios.
Es cierto que se necesita mucha valentía y mucho coraje para vivir hoy según las enseñanzas de Jesucristo, pero no hay otra solución si se quiere alcanzar las Promesas del Reino de los Cielos, que nos consiguió el Señor Jesús en su donación y entrega total hasta su muerte en la Cruz.
Ya por hoy acabo pidiéndote como siempre que reces con Fe por todas las necesidades de los Hermanos, pues no debes olvidar que con tu oración se pueden resolver muchas cosas, pero hay que hacer la oración que te pido.
María, nuestra Madre y nuestra Guía, ruega por nosotros: AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es