Reflexión 7 de Noviembre

Buenos días.
Estamos viviendo este mes de noviembre, mes de los Difuntos, y según avanzan los días no deberíamos perder de vista esta conmemoración por dos razones: una, porque no deberíamos dejar se ofrecer sufragios por las benditas almas del Purgatorio, y dos, porque es una situación en la que algún día cada uno de nosotros se ha de encontrar ante ella.
A ninguna persona hay que convencerla que ha de pasar por su propia muerte, que llegará como ladrón en la noche, pero que bien merece la pena prepararse para ese tránsito, pues las cosas que no se hacen en los momentos convenientes y se dejan para última hora no suelen salir bien del todo.
Y este asunto de prepararse para bien morir se le ha de tener presente para no malograr la peregrinación a la Casa del Padre, pues no cuesta tanto trabajo revisar frecuentemente la propia vida buscando siempre que sea del agrado de Dios, e ir corrigiendo todos los errores que por la condición humana se van cometiendo.
El examen de conciencia frecuente, el reconocimiento de las faltas, pecados y errores, el arrepentimiento sincero y la petición de perdón, será la fuerza de una vida que camina con paso firme hacia el encuentro del Padre Dios, sin dejar de atender todas aquellas cosas que por obligación, del tipo que sea, se han de observar.
Plantea cómo llevar una vida más ordenada aún de la que tienes; avanza con alegría en la esperanza de Cristo Resucitado hacia la meta, sabiendo que muriendo en el Amor de Dios la felicidad eterna está asegurada.
Ahora podemos rectificar todos los errores que hayamos podido cometer o se comentan en los días siguientes, luego no podrá ser, es lo que les ocurre a nuestros hermanos en la fe que se encuentran purificando sus faltas en el Purgatorio, pues después de su tránsito ya no pudieron ‘merecer’ para purificar sus deficiencias.
Reza también hoy por todos los Hermanos que aquí nos encontramos en María, nuestra Madre y nuestra Guía, para que todos tengamos la lucidez suficiente para prepararnos a bien morir y sepamos enseñárselo a los demás. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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