Reflexión 27 de Noviembre

Buenos días en el Día del Señor.
Primer Domingo de Adviento, comienzo del Nuevo Año Litúrgico, en que nos disponemos a recorrer de mano de la Santa Liturgia los diferentes momentos de la Historia de la Salvación.
Para las lecturas de la Santa Misa comenzamos el Ciclo A, que lo recorreremos de la mano del Evangelio de San Mateo, pero hoy quisiera fijarme en la segunda lectura de San Pablo a los Romanos, 13,11-14, que dice: “Hermanos: Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz.
Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo”.
‘Comportaos reconociendo el momento en que vivís’; he aquí una clave muy importante para la propia vida en cualquiera de los momentos en que se encuentre, reconocer el momento en que se vive y la importancia, diría más, la transcendencia, que ello comporta.
Otra necesidad que plantea el Apóstol: ‘ya es hora de despertaros del sueño’, es hora de dejar de vivir distraídos con las muchas cosas seductoras que ofrece el ‘mundo’ y la ‘carne’, que junto con el demonio, sabemos son los tres enemigos del alma.
Por ello, ‘andemos como en pleno día, con dignidad’, y para ello han de evitarse los vicios entre los que San Pablo destaca: ‘nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias’.
Todo un programa de vida cara al momento más fuerte de este comienzo del Adviento cual es la espera de la Parusía, la llegada del Señor Jesucristo en Poder y Gloria, para juzgar a los vivos y los muertos.
En esta primera parte del Adviento, hasta el 16 de diciembre, deberemos mantener la espera de la Parusía y vivir preparados para la llegada del Señor, lo cual nos llama una vez más a la conversión del corazón, esto es, abandonar ‘las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz’.
Con este espíritu reza ya con la mejor disposición posible, al Señor Jesús Resucitado en favor de todas las necesidades de los Hermanos que nos volvemos a encontrar hoy en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón
MATER CHRISTI
Madrid – España
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