Reflexión 29 de Mayo

Buenos días en la Solemnidad de la Ascensión del Señor a los Cielos.
Cada vez que hacemos la Profesión de Fe, confesamos con el corazón y la palabra lo que hoy la Iglesia Celebra en la Sagrada Liturgia, que Jesucristo “Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre”.
Esta es nuestra Fe, que a partir de su realidad nos fortalece hoy la Esperanza de que estamos en el camino cierto para alcanzar la participación plena en la Gloria de Dios.
El Señor les advierte a los discípulos que son sus testigos, y les dice: “Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto. Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios (Lc 24,49-53).
De esta forma comienza la espera de la Venida del Espíritu Santo, que nosotros volveremos a vivirla en la Solemnidad de Pentecostés, en el próximo domingo.
Por todo ello, hoy es un día de suma alegría porque el Señor ha cumplido su promesa de ir a la Casa de su Padre a prepararnos una morada, y a la vez nos deja en la dulce tensión de esperar la Venida del Espíritu Santo, que bien sabemos ya lo que supone para nuestra vida actual.
También tengamos en cuenta que a partir de aquí entramos en la recta final de este tiempo pascual, lo que nos ofrece la oportunidad de aprovecharlo viviendo intensamente los días que unen los dos grandes acontecimientos de nuestra Fe: la Ascensión del Señor a los Cielos y el envío del Espíritu Santo, del que el mismo Señor les dice a los apóstoles: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena…” (Jn 16,12-13).
Son días de gozo, pero también de una actitud vigilante en la que suenan las palabras del Señor: “Velad y orad”.
Reza con gran Esperanza al Señor Resucitado que está sentado a la derecha del Padre, por todas las necesidades de los Hermanos que volvemos a encontrarnos aquí en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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