Reflexión 27 de Mayo

Buenos días.
Las oraciones más populares a la Santísima Virgen son el avemaría y la salve.
Quién no aprendió en su infancia a rezar así: “Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Es una oración sencilla, un diálogo muy sincero nacido del corazón, un saludo cariñoso a nuestra Madre del Cielo.
El Avemaría es una oración vocal, es decir, que se hace repitiendo palabras, recitando fórmulas, pero no por esto es menos intensa, menos personal.
En el Avemaría, descubrimos dos actitudes de la oración de la Iglesia centradas en la persona de Cristo y apoyadas en la singular cooperación de María a la acción del Espíritu Santo.
En la primera parte de la oración se recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del Arcángel Gabriel, que saluda a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y nos alegramos con el gozo que encuentra en ella. "Llena eres de gracia, el Señor es contigo":
A continuación, en el Avemaría se añade el saludo de Santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Cf Lucas 1, 41), y así se convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María (Cf Lucas 1, 48).
Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, pues nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Toda Santa...."
Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte de su Hijo al pie de la cruz y que nos acoja como madre nuestra para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso, a nuestra felicidad eterna en el pleno y eterno amor de Dios.
Sabemos también que el avemaría es parte esencial del rezo del Santo Rosario, pero el rezo individual del avemaría atrae muchas gracias, como vemos cuando la Virgen Santísima pide a Santa Matilde que cada día rece tres avemarías para poder asistirla en la hora de su muerte. Esta devoción de las tres avemarías merece una reflexión aparte.
Reza ya hoy a la Virgen Santa María, al menos un avemaría, en favor de ser atendidas todas las intenciones y necesidades de los Hermanos que aquí nos encontramos en Ella. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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