Reflexión 29 de Mayo

Buenos días en la Fiesta de San Pablo VI.
El gran Papa que le tocó clausurar el Concilio Vaticano II y dirigir la Iglesia en aquellos momentos tan azarosos, por todo lo que había supuesto el Concilio en tantos aspectos de la vida de la Iglesia.
Durante sus quince años de pontificado (1963-1978), mostró su profunda devoción a la Madre de Dios y su importancia en la historia y en la salvación del hombre.
En sus documentos siempre ha tenido presente a María, encontrando en sus encíclicas continuas referencias al papel de la Santísima Virgen en la Historia de la Salvación.
Podríamos incluir referencias abundantes, diría en exceso, de su gran Amor a la Santísima Virgen, convertido en Magisterio de la Iglesia desde su alta dignidad de Sumo Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra.
Como muestra pequeña de todo lo que explicó y enseñó este gran Papa Pablo Vi sobre la Virgen María, recojo de la alocución en la Clausura de la III Sesión del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964 lo siguiente:
“Así pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos, proclamamos a María Santísima, Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título.
Se trata de un título, venerables hermanos, que no es nuevo para la piedad de los cristianos; antes bien, con este nombre de Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera acostumbran a dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de la devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la Madre del Verbo Encarnado.
En señal de gratitud por la amorosa asistencia que nos ha prodigado durante este último período conciliar, que cada uno de vosotros, venerables hermanos, se comprometa a mantener alto en el pueblo cristiano el nombre y el honor de María, uniendo en Ella el modelo de la fe y de la plena correspondencia a todas las invitaciones de Dios, el modelo de la plena asignación de la doctrina de Cristo y de su caridad, para que todos los fieles, agrupados por el nombre de la Madre común, se sientan cada vez más firmes en la fe y en la adhesión a Cristo, y también fervorosos en la caridad para con los hermanos, promoviendo el amor a los pobres, la justicia y la defensa de la paz. Como ya exhortaba el gran San Ambrosio: “Viva en cada uno el espíritu de María para ensalzar al Señor; reine en cada uno el alma de María para glorificar a Dios” (San Ambrosio)”.
Ojalá que esta Fiesta nos ayude a los que conocimos a este Santo Pontífice, no solo a recordarle sino a renovar también la gratitud por todas sus enseñanzas, y a los que no le conocieron, el deseo de ir al encuentro de su vida y de su doctrina, amplia y valiosa en tantos aspectos de la vida humana.
Hoy te pido que reces a San Pablo VI, para que como buen Pastor venga en ayuda de todas las necesidades de los Hermanos aquí reunidos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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