Reflexión 10 de Mayo

Buenos días.
En nuestra Fe católica la presencia de la Virgen María no puede reducirse a una devoción más o menos bonita, más o menos entrañable.
María de Nazaret, que fue escogida por Dios para ser la Madre de su Hijo Jesucristo, con todo lo que eso conllevó y conlleva en la Historia de la Salvación, no puede quedar en la mera figura de ser la ‘Madre’ del personaje y nada más.
Efectivamente, el comienzo de la Historia de la Salvación es la Encarnación del Verbo, la Palabra hecha carne, pero la Madre no fue un mero instrumento que Dios utilizó para que naciera Jesús y nada más.
María siguió toda la vida y obra de Jesús, no solo como Madre suya que era, sino que no se desvinculó de la misión de su Hijo en ningún momento.
La Virgen Santísima es la Madre del Redentor, al que acompañó más allá de la presencia física, que la tuvo, en toda la misión que Jesús había recibido del Padre.
Tanto es así, que Jesús la muestra como modelo de creyente, que se podría agregar, de ‘creyente excepcional’ (Lc 8,20-21; 11,27-28). 
Y cuando el Señor Jesucristo culmina su misión en la Cruz, la hace Madre de los que creerían en Él y seguirían sus huellas (Jn 19, 25-27).
A partir de aquí, María queda constituida igualmente como Madre de la Iglesia, que nacería del costado traspasado de Cristo en la Cruz y con la fuerza del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
Resumiendo, lo que quiero invitaros es a reflexionar cómo la relación filio maternal que tenemos con la Virgen María, debe ser una relación más allá de los tiernos sentimientos que se tienen con una madre, pues Ella es Madre Corredentora y Madre de la Iglesia.
María no es la Redentora, lo es Cristo, su Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, pero es el instrumento que Dios eligió para que Jesús pudiera ser encarnado, naciera y cumplirá su misión, en perfecta unión con su Madre.
Esto nos lleva en este mes de María a revisar la propia relación con la Santísima Virgen María, para tomar conciencia que en Ella se dan las circunstancias que la hacen ser verdaderamente la Mediadora de todas las Gracias, como así la reconoce y enseña la Iglesia a través del Magisterio Ordinario Universal.
Y también para hacer madurar esa relación, en el caso de que la mantengamos como una devoción simplemente llena de ternura, que en sí misma es importante, pero que se hace necesario que llegue a lo que es su condición de Madre Corredentora y Madre de la Iglesia.
Hoy te pido que reces a María, nuestra Madre y nuestra Guíe, con gran fe y esperanza, para que alcance las gracias necesarias en favor de las intenciones y necesidades de los Hermanos, que también hoy volvemos a reunirnos aquí en torno suyo. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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