Reflexión 3 de Abril

Buenos días en el Sábado Santo.
Día de orfandad y de silencio.
De orfandad porque Cristo ha muerto, los sagrarios están vacíos; de silencio, porque la soledad ha de ser acompañada por el silencio íntimo y profundo.
La tensión de la espera lleva a la ansiedad de alcanzar las promesas, que se cumplirán sin dudar, pero que se hacen inciertas por la propia inseguridad que acompaña al ser humano.
En definitiva, estamos en un día de ORACIÓN y de ESPERANZA, contemplando el artículo de la Fe que profesamos: “Descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos”.
La Santa iglesia reza en la Hora de Laudes así: “Señor todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo”.
Es muy importante esta realidad que marcó el momento solemne de la Redención de todos los hombres, de la Resurrección y Ascensión a los Cielos del Señor Jesucristo.
Vivamos hoy muy unidos a María Santísima en su Soledad, y recemos para que nos mantenga ardientes en la Fe, firmes en la Esperanza y solícitos en la Caridad, sin olvidar de rezar hoy también por todas las necesidades de los Hermanos, que aquí nos encontramos cada día en torno a Ella. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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