Reflexión 21 de Octubre

Buenos días. 
Hoy propongo plantear otra situación personal que también está muy pegada a las personas y a la convivencia en general; me refiero a la HIPOCRESÍA.
Es cierto que la HIPOCRESÍA se manifiesta en las personas, diríamos, en diferentes grados, pues va desde un fingimiento de la propia realidad en situaciones sin demasiada importancia, hasta una simulación absolutamente contraria a las cualidades o sentimientos que realmente se tienen o se experimentan.
La persona hipócrita se manifiesta con un desprecio implícito a los demás, pues piensa que el otro no es capaz de darse cuenta de su juego; pudiendo llegar también a tal grado de falta de cordura, que el desprecio se muestre hasta de forma explícita.
La persona hipócrita se mueve en la MENTIRA, pues aparenta lo que no es, dice lo contrario de lo que piensa y busca con su hipocresía intereses completamente contrarios  a la honestidad y a la honradez.
Pero hay algo peor: cuando la HIPOCRESÍA se practica por parte de personas con responsabilidades públicas de mayor o menor rango, porque acompañan a este daño la ofensa a aquellos que directamente sufren los efectos de tal hipocresía, que no suelen ser menores.
En todo caso, conviene vigilar el propio comportamiento, pues por este camino, aunque la hipocresía sea en un grado mínimo o para mantener una imagen absurda, habrá siempre responsabilidad moral, pues de una u otra forma se estará causando mal al prójimo.
Y conviene hacer un buen examen de conciencia al respecto, porque como la mentira es una consecuencia inmediata de la hipocresía, habrá que valorar igualmente esta otra variable señalada en el Octavo Mandamiento de la Ley de Dios: “No darás falso testimonio ni mentirás”.
Con fe y esperanza, te pido que ahora reces al Señor Jesucristo por todas las necesidades de los Hermanos. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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