Reflexión 15 de Enero

Buenos días. 
En esas 'tres cosas más difíciles de este mundo' que decía Benjamín Franklin, veíamos ayer la de guardar un secreto.
Hoy veamos la de perdonar un agravio.
No se puede dudar que PERDONAR de corazón y en el corazón, no es cosa fácil.
Esto no quiere decir que haya personas con un grado de virtud grande y suficiente, para tener capacidad natural de PERDÓN.
Pero ciertamente no es fácil, aunque Dios nos pide que sepamos ejercitar este maravilloso DON del PERDÓN.
Es más, el Señor Jesucristo nos enseñó a orar con la oración del Padrenuestro, en cuya quinta petición pedimos perdón a Dios por nuestras ofensas, con el compromiso claro y concreto de perdonar nosotros a los que nos ofenden.
Perdonar conlleva virtudes como la generosidad, la humildad y la sencillez, porque si Dios perdona siempre a cada uno, ¿cómo la persona no va a ser capaz de perdonar a imagen y semejanza de como lo hace Dios?
Además, si el Señor Jesucristo nos enseñó que lo planteásemos así en el Padrenuestro, es porque lo podemos hacer, PODEMOS PERDONAR.
Hay más, no hay gozo mayor para el alma que ser capaz de PERDONAR al otro, sin guardar ninguna resistencia, ni mucho menos rencor.
Es un gran desafío para la propia FE el ejercitarse en el PERDÓN, de todo y siempre, pero uno ha de lograrlo con la Gracia de Dios, sin que quepa justificación posible de que, 'es imposible', de que, 'no puedo', etc., porque es San Pablo quien nos enseñará que "todo lo puedo en aquel que me conforta" (Flp 4,13).
Considera la gran importancia y transcendencia del PERDÓN y escruta tu corazón, para que no esté, ahora y nunca  enfermo de resistencia a PERDONAR.
Y en la generosidad de ese gran corazón que tienes, reza con Fe al Padre Dios por todas las necesidades de los Hermanos. AMÉN.
Emilio Castrillón
MATER CHRISTI 
Madrid - España 
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