Reflexión 23 de Abril

Buenos días en el Sábado de la Octava de Pascua.
Seguimos en la certeza de que Jesús, ha resucitado.
Hoy la primera lectura de la Misa tomada de los Hechos de los Apóstoles 4,13-21 lo muestra con toda claridad: “En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre.
Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.
Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido”.
En este convencimiento que muestran los apóstoles, hemos de vivir y movernos nosotros también, pues la Fe nos da seguridad y firmeza suficientes para dar testimonio firme de que Jesús ha resucitado, así como que, apoyados en Él, podremos vivir los frutos de la conversión conseguida durante la Cuaresma, aunque aún haya que perfeccionarla en algunos aspectos.
Llegados al final de esta Octava de Pascua, en la que hemos tenido la ocasión de experimentar cada día el hecho más transcendental de la Historia de la Humanidad, nos disponemos a vivir mañana la Fiesta de la Divina Misericordia.
Y acogiéndonos al Señor en su Divina Misericordia, imploremos su ayuda en favor de todas las necesidades de los Hermanos que aquí estamos, en torno a la que es Madre de la Misericordia. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
Mater Christi
Madrid – España
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