Reflexión 12 de Abril

Buenos días en este Martes Santo.
En los días previos a la Pasión del Señor ocurrieron muchas cosas, una de ellas es la imagen que relatan los evangelistas San Mateo y San Lucas, cuando Jesús se acercaba a Jerusalén y desde lo alto del monte de los Olivos sintió una gran tristeza y lloró sobre la Ciudad.
San Mateo lo narra así: “¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido. Pues bien, vuestra casa va a quedar desierta. Os digo que a partir de ahora no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt 23,37-39).
Y San Lucas dice: “Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: ¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita” (Lc 19,41-44).
Poniéndonos en la imagen de ver a Jesús lamentándose y llorando sobre Jerusalén, porque no reconoció el tiempo de su salvación, podemos fácilmente mirar a nuestro tiempo y la respuesta que estamos dando a las llamadas constantes del Señor y de su Santísima Madre, para ‘enderezar los caminos’ y volver a Dios.
Hagamos cuanto esté a nuestro alcance para evitar que “hoy”, Jesús llore al mirar a nuestro mundo, a nuestra tierra donde nacimos, donde vivimos, porque la encuentre tan inhóspita y cerrada como a Jerusalén aquel día previo a su Pasión.
Sigamos en el recogimiento interior que piden estos días, preparando y rezando para poder llegar dignamente a Celebrar la Pasión y Muerte del Señor Jesús.
Y reza también hoy, al menos la oración que Jesús nos enseñó, por todas las necesidades de los Hermanos que volvemos a encontrarnos en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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