Reflexión 2 de Abril

Buenos días en el aniversario de la muerte del Papa San Juan Pablo II, año 2005.
Era sábado como hoy, pero era el sábado de Pascua, en las Primeras Vísperas de la Octava, Fiesta de la Divina Misericordia que él mismo había instituido, siguiendo el deseo del Señor Jesucristo manifestado a Santa Faustina Kowalska.
Todo un conjunto de situaciones ciertamente providenciales.
Como bien sabemos, San Juan Pablo II era un gran amante de la Santísima Virgen que lo demostró a lo largo de su Pontificado, desde el escudo papal, “Totus tuus”, hasta agregar al santo rosario los misterios que contemplan la vida de Jesús, llamados Misterios Luminosos.
En homenaje a él recemos una vez más con este Himno de la Hora de Laudes: “Dame tu mano, María, la de las tocas moradas; clávame tus siete espadas en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla. Aquí, en mi torpe mejilla, quiero ver si se retrata esa lividez de plata, esa lágrima que brilla.
¿Dónde está ya el mediodía luminoso en que Gabriel, desde el marco del dintel, te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que cruza ahí. Déjame hacer junto a ti ese augusto itinerario. Para ir al monte Calvario, cítame en Getsemaní.
A ti, doncella graciosa, hoy maestra de dolores, playa de los pecadores, nido en que el alma reposa, a ti ofrezco, pulcra rosa, las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería cumplir mi humilde promesa. A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María. Amén”.
Te pido que reces hoy a San Juan Pablo II, con la intención de encomendar todas las necesidades de cada uno de los Hermanos, que, en homenaje a él igualmente, aquí nos encontramos en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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