Reflexión 21 de Abril

Buenos días en el Jueves de la Octava de Pascua.
El evangelio de San Lucas nos relata el episodio de los ‘Discípulos de Emaús’, un suceso con el que podemos identificarnos alguna vez, pues al igual que ellos no somos capaces de reconocer al Señor que sale a nuestro encuentro, de mil formas y en las más diferentes circunstancias.
Hemos de aceptar la propia realidad personal: “Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (Lc 24,15-16).
No pocas veces se vive con un cierto despiste que puede llegar a ser un tanto intenso, como les pasó a los de Emaús: “Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? (Lc 24,17-18).
Se llega a estar tan metido en sí mismo, que no se es capaz de ver realmente lo que está sucediendo, se cuenta todo lo que se lleva dentro de dudas, de incertidumbres, de fracaso incluso, sin atender a quien se tiene enfrente y lo que pueda llegar a decir. Así les paso a ellos, que después de darle a Jesús todo el ‘sermón’ de lo que había pasado, el Señor les dice: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria? Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras” (Lc 24,25-27).
Y agrega el evangelio que llegando a un cruce de caminos Cristo hizo ademán de seguir, pero ellos le invitaron a que entrara en la casa y fue cuando: “Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24,30-32).
Es este un pasaje del evangelio, cuya cita completa es Lc 24,13-35, que bien merece la pena leer, releer y meditar, pues contiene muchas enseñanzas en la relación propia con el Señor Jesús Resucitado, para que pueda ser el buen compañero de viaje que cada uno necesita en los caminos de la vida.
Abiertos el corazón y la mente, pídele al Señor Resucitado que venga en ayuda de las intenciones, necesidades y problemas de todos los Hermanos que aquí volvemos a estar, en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
Mater Christi
Madrid – España
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