Reflexión 9 de Noviembre

Buenos días.
Ya hemos visto en los días precedentes que el AMOR A DIOS es clave en toda la vida del cristiano, pues impulsa a la persona a vivir en lo que es Dios: Caridad, Verdad…
Por ello, en el horizonte de la propia vida, más inmediato, a medio plazo y a largo plazo, siempre está Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Así en Él ya dijimos que encontrábamos la razón principal para ‘amar mi muerte’, y en razón de este amor viene la necesidad de CUIDAR con verdadero esmero todo lo que tenemos en nuestras manos, de donde sobresale en primer término la SALUD.
La salud, que en la vida personal tiene varias expresiones, pero hoy fijémonos en la SALUD FÍSICA.
Cuando se hace revisión de cómo se lleva la propia vida, lo que comúnmente se llama examen de conciencia, no sé si se valora convenientemente este punto, pues en contra de lo que se quiere hacer creer nadie es dueño ni de su vida, ni de su cuerpo, ni de su existencia, otra cosa es que en razón de la LIBERTAD que Dios estableció para que el hombre pueda tomar decisiones de los caminos de la jornada terrenal, éste pueda pensar, sentir o hacer cómo mejor le parezca, pero sí se deberá considerar la responsabilidad moral que conlleven esos pensamientos, sentimientos o actos.
En la Ley de Dios encontramos el quinto mandamiento que dice: “No matarás”, que obliga a no causar daños a la propia vida o a la del prójimo.
Literalmente se entiende que este mandamiento obliga a no quitar la vida a otra persona, sin reparar que se puede también quitarse la vida a uno mismo, lo que es el suicidio; pero más allá de esta realidad extrema está todo lo que puede menoscabar la vida, tanto propia como ajena, atentando contra la salud desde no cuidándola como corresponde, hasta cometiendo excesos de todo tipo, cuyo resultado es dañino y su alcance puede llegar a ser grave o hasta irreparable.
Una persona que no cuida su salud, que no ayuda a cuidar la salud del prójimo de la manera que pueda, no está administrando en el AMOR DE DIOS el gran don de la vida que recibió, por lo que la responsabilidad moral será mayor o menor, pero en todo caso se puede decir que está pecando.
Y cuando el pecado está latente en la responsabilidad personal, se refiera a sí mismo o a otras personas, se puede intuir que de esa persona no se espere que quiera ni pueda Amar su propia muerte, porque no tiene ningún interés del ENCUENTRO CON DIOS, ya que como todos sabemos este encuentro no se puede dar sino se hace ‘el tránsito’ con pureza de corazón y rectitud de intención.
Ahí están los ‘faros’ de las Bienaventuranzas que iluminan los caminos a recorrer: “Bienaventurados los LIMPIOS DE CORAZÓN, porque ellos VERÁN a Dios”.
En este contexto desdichado de la pandemia, en el que  insistentemente hemos dicho de la necesidad de CONVERSIÓN, aprovechemos para ir ajustando bien todos los aspectos de la vida según la FE recibida en el Bautismo.
Acabo hoy pidiéndote que INVITES a cuantas personas estén en tu entorno a que consideren el horizonte de su jornada terrenal, que consideren cómo están recorriendo sus caminos y que hagan gestos y actos de CONVERSIÓN, si lo logras habrás merecido el elogio que nos muestra el apóstol Santiago 5,19-20: “Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados”.
Ya resta sólo pedirte que reces a María, nuestra Madre y nuestra Guía, por los Hermanos, para que sus dificultades y necesidades materiales y espirituales, encuentren el amparo y la gracia de Dios. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España 
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