Reflexión 24 de Noviembre

Buenos días
En nuestro camino de preparación para ‘bien morir’ nos quedaba por considerar, como ayer ya indicamos, las PASIONES, que podríamos dividir en dos bloques: las pasiones del corazón y las pasiones de la carne.
Las pasiones, que son la viva imagen del “hombre viejo” del que nos habla San Pablo en Rom 6,6; Ef 4,22; Col 3,9, llevan a la persona a una situación de tensión muy fuerte, que, si no las controla debidamente, pueden derivar en situaciones ciertamente graves y muy dañinas para sí mismo y para quien sufre sus consecuencias, directa o indirectamente, por ser el objetivo de la persona que se deja arrastrar por la pasión en concreto de que se trate.
Fijémonos hoy en el primer bloque: ‘las pasiones del corazón’.
Tomando los Pecados Capitales como referencia de las Pasiones, en este grupo nos encontraríamos aquellas que más afectan al ámbito de los sentimientos y de los pensamientos más íntimos, que lógicamente al estallar se expresan, se manifiestan generalmente de forma violenta, aunque siempre sus efectos serán dañinos, aunque en algunos casos que la persona consigue un control interior, pero ficticio, se llegara a dar una apariencia de que no pasa nada, pero que las consecuencias ya se harán notar.
Por ejemplo, hablaríamos de la ENVIDIA, también de la IRA, incluso de la SOBERBIA, del ORGULLO o de la PEREZA…
Cualquiera de estas pasiones se gestan en el corazón con unas consecuencias ciertamente muy malas, a no ser que la persona sea muy consciente de que ahí están y que no puede dejar que se desborden en los sentimientos, imponiendo actitudes o acciones negativas y nocivas para a quien vayan dirigidas y/o las sufra.
En primer lugar, es muy importante conocer bien la identidad de cada una: Qué es, cómo se experimenta, cómo se expresa o cómo empuja a causar el daño correspondiente.
Para este trabajo puede ayudar mucho el Catecismo de la Iglesia Católica, así como para conocer las VIRTUDES en las que hay que ejercitarse para poder contrarrestar las pasiones y sus consecuencias.
Lo cierto es que en este punto de la vida humana, en esta realidad que se vive personalmente y en las relaciones interpersonales, la persona no puede ni huir de su realidad, ni inhibirse con argumentos de: “yo soy así…” o cosas parecidas, porque la responsabilidad moral ante Dios y ante las demás personas puede ser ciertamente grave.
Se ha de ser sincero, honesto, honrado y veraz, o de lo contrario se moverá en la mentira y en la hipocresía, que es su expresión natural.
Hasta aquí. Os INVITO a que no dejéis pasar por alto esta cuestión y que, con la ayuda del Espíritu Santo, hagáis camino de conversión.
Siguiendo hoy también la inmejorable costumbre diaria, de rezar cada uno al Señor Jesucristo, la oración que mejor le venga en ayuda de los Hermanos y de sus necesidades. AMÉN.
Emilio Carillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
www.materchristi.es