Reflexión 29 de Noviembre

Buenos días en este PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO.
Como ya hemos repetido en los días anteriores, comenzamos el nuevo Año Litúrgico con el Tiempo de ADVIENTO.
La Santa Madre Iglesia nos abre la puerta a lo que es para sus hijos lo más importante: Esperar a su Señor que viene.
La Oración Colecta de la Santa Misa de este día es muy elocuente, dice: “Dios todopoderoso, AVIVA en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de SALIR AL ENCUENTRO DE CRISTO, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo”.
Como vemos, la Iglesia, como Madre que es, nos impulsa a ‘salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados de BUENAS OBRAS’, pues estamos ante el gran acontecimiento que está por llegar, cual es la PARUSÍA DEL SEÑOR.
En el Santo Evangelio de este día, “dijo Jesús a sus discípulos: Estad atentos, VIGILAD: pues no sabéis cuándo es el momento… VELAD ENTONCES, pues no sabéis CUÁNDO VENDRÁ el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y OS ENCUENTRE DORMIDOS. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡VELAD!”.
El ADVIENTO es el tiempo litúrgico que envuelve a los creyentes en la gran Virtud de la ESPERANZA, pues nos muestra el verdadero camino que hemos de recorrer en dos claves: VIGILAR y ESPERAR.
VIGILAR, porque llegará el Señor Jesucristo en poder y gloria para ‘juzgar a los vivos y a los muertos’, y nos ha de encontrar en las condiciones óptimas para acogernos y colocarnos a su derecha.
ESPERAR, porque el Señor viene y nos ha de encontrar, no solo en vela, sino vestidos con el traje de gala, que no es otro que el traje de la Gracia de Dios, limpios de todo pecado y alegres por poder alcanzar lo que el Señor nos ha preparado para los que le aman.
También hoy comienza la Novena de la Inmaculada, en preparación de la Celebración de este maravilloso privilegio de la Santísima Virgen, cuál es su CONCEPCIÓN INMACULADA, con el que Dios, nuestro Padre, la dispuso para que pudiera cumplir la misión de ser la Madre del Redentor.
Os invito que durante estos nueve días contempléis las gracias y dones que Dios otorgó a nuestra Madre María Santísima.
Y ya, reza con fervor y esperanza al Señor Jesús, implorando su Gracia para todas las necesidades de los Hermanos que nos encontramos aquí cada día. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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