Reflexión 24 de Diciembre

Buenos días.
Ya estamos en el denominado Día de Nochebuena, en el que la expectación es máxima a juzgar de lo que hubieron de vivir María y José.
Esta misma espera tensa debíamos mantener nosotros hoy, esperando revivir aquel acontecimiento que sucedió en Belén de Judá, porque la Sagrada Liturgia nos actualiza todo lo ocurrido allí.
Y nos dice el evangelio que “Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. (Lc 2,18-19)
Esta actitud de la Virgen es en la que quiero detenerme hoy, por ser tan provechosa para nuestra propia vida espiritual y de gran experiencia personal.
Tanto para la Santísima Virgen como para San José, todo lo que acontecía alrededor del nacimiento de su Hijo era nuevo; su certeza únicamente estaba en que les nacía el hijo que esperaban y que este hijo era el Hijo de Dios, pero toda la revelación de Dios Padre a través de los ángeles, el testimonio de los Pastores y la admiración de las gentes, era para ellos inédito, sorpresivo y asombroso, como tantas cosas hay en nuestras vidas que son así.
Pero ahí está la actitud de la Virgen María, que ‘conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón’. No se enorgullece, no presume, no se muestra engreída o satisfecha, solamente ‘guarda’ lo que ve, lo que oye de la Gloria de Dios, y lo va meditando en su corazón.
Cuánto necesitamos también nosotros aprender a vivir en la misma actitud de María, manteniendo la serenidad, la prudencia, observando bien todo lo que pasa a nuestro alrededor, lo que dicen unos y otros, para luego meditarlo en el corazón y saber bien los comportamientos que hemos de tener, tanto de pensamiento como de palabra o de obra, evitando las omisiones que puedan ser moralmente punibles y que vayan contra la Caridad.
Cuenta el evangelio que hubo otro momento en la vida del Señor que María reaccionó igualmente así; fue en el Templo cuando Jesús a los doce años se quedó allí con los Doctores de la Ley y sus padres le buscaron, volviendo angustiados a Jerusalén hasta que lo encontraron en el Templo. El relato evangélico de Lucas 2,51 dice: “Su madre conservaba todo esto en su corazón”.
Veamos nuestras vidas a la luz de este gran ejemplo de la Santísima Virgen, pues bien sabemos que a todos nos ataca el gran mal de nuestro tiempo como es la superficialidad, la apariencia y la presunción, y ajustemos todo nuestro ser a lo que María nos enseña en Belén.
Feliz noche y no dejéis de rezar ante el Niño Dios por todas las necesidades de los Hermanos, que también hoy llegamos a encontrarnos en torno a la Sagrada Familia. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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