Reflexión 23 de Diciembre

Buenos días.
Hoy fijémonos en la imagen tradicional de la mula y el buey en el Portal de Belén.
Cuando San Francisco de Asís decidió crear una representación del nacimiento de Jesús en la Navidad de 1223. Francisco se encontraba en el pueblo de Greccio, Italia; estaba muy enfermo y pensando que tal vez aquella sería su última Navidad en la tierra, quiso celebrarla de una manera distinta y muy especial. Por ello en la misa por la festividad realizó un nacimiento con la participación de los pobladores y de los animales.
Thomas de Celano, el primer biógrafo de San Francisco de Asís, cuenta que el santo dijo en aquella oportunidad: "Desearía provocar el recuerdo del niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y la mula".
Desde entonces, un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento. De acuerdo con la costumbre, la mula en el pesebre representa el animal más humilde de la creación, y el buey mantiene la misión de tener caliente con su aliento la cuna del niño Jesús.
Y aunque los relatos de la Navidad del Nuevo Testamento no nos narran nada acerca de esto, el buey y la mula no son simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la iglesia, en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes de las celebraciones navideñas. En el Antiguo Testamento el Profeta Isaías nos habla de estos dos animales: “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Isaías 1,3).
El Papa Benedicto XVI en su libro La Infancia de Jesús dirá: “El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna”, remitiéndose a Isaías 1,3 cuyo texto está citado más arriba.
Por todo ello, contemplemos igualmente estos dos animales, mansos y humildes, como testimonio de que los animales están cerca del hombre para su ayuda, pues vemos en el relato de la Creación, en el capítulo 1 del Génesis, cómo justo antes de la creación del Hombre: “Dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies. Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno” (Gen 1,24-25).
En la contemplación de la mula y el buey en el Pesebre de Belén, sintamos en calor de la Sagrada Familia, que en la humildad de esa noche nos quiere llevar al convencimiento de que una vida sin pobreza y humildad, de corazón al menos, pierde todo su sentido.
Volvemos a rezar hoy con fe y esperanza a la Sagrada Familia, en favor de todas las necesidades de los Hermanos, que en su gozo y alegría nos encontramos aquí. AMÉN. 
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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