Reflexión 16 de Diciembre

Buenos días.
Es llamativo ver cómo las personas tienen muy claro las deficiencias que se dan en los comportamientos de los otros, tanto, que aseveran con firmeza su juicio sin reparar que las apariencias engañan mucho, y que todas las motivaciones que provocan los comportamientos ajenos no se llegan a conocer bien.
Ya lo expresaba así el novelista francés André Malraus cuando dijo que: "Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar", pues la comprensión es esa capacidad de la persona para entender las cosas en su dimensión más profunda, por lo que, lógicamente, cuando se entiende la cosa ampliamente no se encuentra razón para emitir juicios superficiales y ligeros, que suelen hacerse sin ningún tipo de reparo.
Juzgar el pensamiento o el comportamiento del otro, no solo es arriesgado por la posible equivocación en la que se puede caer, sino que también puede ser un mal moral que daña al prójimo y a quien lo hace.
El juicio puede ser interior, que conlleva normalmente un ejercicio personal de murmuración previa, así como exterior, en el que se transmite a otros lo que se ha decidido afirmar del comportamiento, de las actitudes, de las palabras, etc., de la persona juzgada y de la que, quizás, no se haya hecho nada previamente por comprender todo lo que ocurre.
Por todo ello, sirva esta reflexión para ver el grado de comprensión personal que se tiene, sabiendo que es una virtud humana muy necesaria de adquirir si no se tiene, o de acrecentarla si ya se tuviera.
Llegamos al final de la primera parte del Adviento, que nos ha abierto a la Parusía, con la fuerte llamada de vivir en vigilante espera al Señor que vendrá en poder y gloria, para dar paso, a partir de mañana, para prepararnos a Celebrar el Nacimiento del Niño Jesús.
Y ya te pido que reces como cada viernes al Sagrado Corazón de Jesús, por todas las necesidades de los Hermanos que aquí nos encontramos cada día. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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