Reflexión 25 de Septiembre

Buenos días en el Día del Señor.
La Palabra de Dios que se proclama en este domingo XXVI del Tiempo Ordinario, es muy contundente en cualquiera de sus tres lecturas: Amos 6,1a.4-7; 1 Tim 6,11-16; Lc 16,19-31.
El evangelio es la parábola del rico y del pobre Lázaro, que concluye con la frase de Abraham al rico: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”.
Y nosotros tendríamos que añadir: ‘si no escucha también a Jesucristo…’
Las seducciones del demonio son tan perversas que llevan a las personas al convencimiento de que solo deben hacer caso a lo que ven, pero aceptada esta seducción tampoco es suficiente, porque cuando se ven cosas que no gustan, no interesan o van contra los propios intereses, tampoco se acogen para verlas y al menos discernirlas.
No digamos nada de lo que es acoger el mensaje evangélico, que tanto complica el corazón y la conciencia, mejor será seguir pensando y diciendo aquello de que ‘sí, yo creo en que hay algo superior, pero…, dejémoslo porque aquí hay mucho que trabajar para ganar el pan’.
Tristes argumentos que llevan a vivir una vida sin horizonte, sin el sostén de la Esperanza, y, por lo tanto, sin visión de Dios, de su Amor en plenitud, que nos aguarda en el Cielo.
El comienzo de la Carta a Timoteo es muy sugestivo para la reflexión personal; solo lo transcribo por cuestión de espacio: “Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos”. Que tú profesaste en el Bautismo, agrego yo.
Dedicado a la oración como pide el Día del Señor, no dejes de rezar al Señor Resucitado por todas las intenciones y necesidades de los Hermanos, que en María, nuestra Madre y nuestra Guía, aquí nos encontramos. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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