Reflexión 3 de Febrero

Buenos días.
Será bueno intentar hoy completar los otros pecados que se pueden cometer contra el Séptimo Mandamiento de la Ley de Dios: No hurtarás.
Comenzamos considerando la ‘Injusta retención’, que equivale al hurto y que consis­te en retener lo que es de otros, sin legítima causa y en contra de la voluntad del dueño. Puede ser el caso de los atrasos indebidos e injustificados en el pago de salarios a obreros.
Tenemos el ‘Fraude o estafa’, que es un engaño o acción injusta realizados con malicia o intención de perjudicar; en la estafa, además, con astucia, que ocasiona daños o perjuicios a la otra parte.
Se comete en las compras y ventas, al proceder contra los intereses de la otra parte, utilizando medios como pesas, medidas o monedas falsas, o mercan­cías averiadas, caducadas o camufladas, incluso falsificando u ocultando datos.
También el ‘Soborno’, que consiste en corromper a uno de modo interesado con regalos, dádivas o favores, para conseguir después algo de él. Cuando se hace con halagos, intentando agradar con palabras de manera excesiva o desordenada, se llama adulación o lisonja.
Finalmente consideramos el pecado de ‘Delito de daños’, que se comete al causar daños o perjuicios en los bienes del prójimo sin justo motivo. El Catecismo añade un matiz importante, núm. 2415: “El Séptimo Manda­miento exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura”.
En los siete tipos de faltas contra el Séptimo Mandamiento, no solamente peca quien directamente las comete, también los colaboradores, promotores o encubrido­res de los actores principales del delito.
Los que han robado u originado daños a los bienes del prójimo, están obligados a restituir o devolver y a reparar cuanto antes todo el mal causado; esta condición es indispensable para recibir el perdón de Jesucristo. (cfr. Lc 19,1-10).
Las faltas contra este Séptimo Mandamiento son la consecuencia del anuncio de Jesucristo en su Evange­lio: “Nadie puede servir a dos señores: no podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24).
Dice San Alfonso M. Ligorio “Pues los mundanos que van tras las riquezas de la tierra niegan a Jesucristo su soberanía, porque mientras vivió en la tierra se declaró como rey de miseria”.
Una vez más, confío sirva esta exposición del séptimo mandamiento para la reflexión personal en el camino de conversión, con el que estamos comprometidos.
Reza hoy, jueves, al Señor presente en el Santísimo Sacramento, en favor de las necesidades de todos los Hermanos, que volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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