Reflexión 21 de Febrero

Buenos días.
En el recorrido que estamos haciendo por los Mandamientos de la Ley de Dios, nos quedan por considerar el Sexto y el Noveno.
Parece que es más interesante pararnos primero en el Noveno Mandamiento que dice: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”.
Este Mandamiento es una continuación y complemento del Sexto, que mientras éste prohíbe directamente los actos externos contra la pureza y la castidad, el Noveno lo hace con relación a los actos internos: bien sea de pensamiento o de deseo.
Dice el Catecismo, núm. 2529: “El Noveno Mandamiento pone en guardia contra el desorden o concupiscencia de la carne”
Jesucristo dedica un importante y concreto comentario sobre este precepto en el Sermón de la Montaña; dice en Mt 5,27-30: “Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya al infierno”.
Por tanto, los pecados contra este Noveno Mandamiento son todos los pensamientos y todos los deseos de cometer cualquiera de los actos condenados por el Sexto Mandamiento, pero se ha de tener en cuenta que es necesario, para que pueda consumarse el pecado, que la voluntad se complazca en dichos pensamientos y deseos, porque no se comete pecado cuando la voluntad no los consiente y procura rechazarlos.
El Catecismo en el núm. 2520 nos dice: El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados.
Con la gracia de Dios lo consigue mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso.
Mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre, que con una mirada limpia el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios.
Mediante la pureza de la mirada exterior e interior.
Mediante la disciplina de los sentidos y de la imaginación.
Mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros, que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos.
Y mediante la oración.
En el Libro de la Sabiduría 15,5 leemos: "La vista despierta la pasión de los insensatos".
Y San Agustín nos enseña a partir de su experiencia de converso: “Creía que la continencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no sentía en mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito: que nadie puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo dieras, si con interior gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado”
Pues hasta aquí el repaso al Noveno Mandamiento, con el deseo de una seria meditación para afianzar los caminos del alma y rectificar, en su caso, lo que sea preciso.
Y ya te pido que reces al Dios Altísimo, en favor de las necesidades, espirituales y materiales, de todos los Hermanos que nos encontramos aquí en torno a María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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