Reflexión 10 de Febrero

Buenos días.
Nos quedan aún tres Mandamientos de la Ley de Dios que considerar, siendo uno de ellos el Cuarto: Honrar Padre y Madre.
Este es el primero de los Mandamientos de los siete que se refieren al prójimo; es, por tanto, lógico que los padres ocupen el primer lugar del prójimo.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice en el n. 2200: “El cumplimiento del Cuarto Mandamiento lleva consigo su recompensa... (Ex 20,12; Dt 5,16). La observancia de este Mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este Mandamiento entraña grandes daños para las comunidades y las personas humanas”.
La honra que corresponde a los padres consiste principalmente en tres deberes para con ellos: Amor, Reverencia y Obediencia.
Amor, que no debe ser un afecto estéril y puramente especulativo, sino un acto interior positivo, tal y como lo describe la Sagrada Escritura en 1 Cor 13: “El amor es paciente, es servicial, no se pavonea, ni se engríe; el amor no ofende, ni busca el propio interés; no se irrita, ni toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia y se alegra de la verdad. El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
Este amor ha de manifestarse particularmente en los momentos de mayor necesidad: En la enfermedad, en la ancianidad, en cualquiera de las necesidades morales, espirituales, materiales...
También, rogando a Dios todos los días para que les conceda toda clase de bien espiritual y temporal.
El Catecismo aclara las funciones de los hijos mayores de edad con relación a sus padres: «En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante las enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento» (n. 2218).
En cuanto a la Reverencia, se trata de un amor respetuoso que incluye un respeto grande al padre y a la madre.
Para los hijos jóvenes supone el deber de no emprender nada sin su permiso, San Luis Gonzaga no hacía nada sin su permiso y, cuando no estaban sus padres en casa, pedía permiso a sus mismos sirvientes.
Lo dejamos aquí para continuar en la próxima ocasión.
Sólo queda pedirte que reces por las necesidades de todos y cada uno de los Hermanos, que aquí volvemos a encontrarnos en María, nuestra Madre y nuestra Guía. AMÉN.
Emilio Castrillón Hernández
MATER CHRISTI
Madrid – España
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